lunes, 6 de agosto de 2012

El castillo olvidado


Hace ahora diez años el Cabildo de Tenerife publicó la incoación de expediente de delimitación del entorno del Bien de Interés Cultural Castillo de San Joaquín. Desde entonces el viejo castillo sigue, si nadie pone remedio, su lento proceso de deterioro. Situado en plena zona urbana metropolitana, cerca del mirador de Vistabella, queda escondido por la gran cantidad de edificios que desde los años 70 han ido convirtiendo el área de Santa Cruz-La Laguna en una conurbación.

Si nos acercamos, podemos apreciar los vestigios de su última ocupación como prisión militar. Así, vemos los letreros que separaban las distintas zonas en las que cumplían sentencia los oficiales, los suboficiales y la tropa. Podemos pasear libremente por las antiguas habitaciones, baños y servicios. En una puerta algunos objetos personales y un geranio fresco nos indican que quizá alguien este utilizándolo como residencia habitual, lo que corrobora el aspecto de otra habitación, en uno de los patios interiores, que tiene la puerta clausurada para, suponemos, proteger algunas pertenencias.

Nos acercamos a una de las ventanas y a nuestros pies aparece toda la ciudad de Santa Cruz con el puerto al fondo y el mar. Este castillo es, pues, como una atalaya que vigila toda la subida desde el puerto hasta la, por entonces, capital de la isla: La Laguna.

Veamos cuál es la historia de nuestro castillo. El gran peligro para las islas desde el siglo XVI hasta principios del XIX eran los ataques navales, tanto piratas como corsarios o, simplemente, por parte de las potencias extranjeras ávidas de apoderarse del archipiélago (recordemos que el siglo XVIII se va a cerrar con el ataque de Nelson a Santa Cruz). Desde la visita de Torriani a finales del siglo XVI se había levantado en el lugar que ocupa hoy el castillo de San Joaquín una plataforma artillada que tenía como objeto la vigilancia de la cuesta que sube desde Santa Cruz, por si fallaban las defensas de la costa.


En 1740 el ingeniero militar Riviere nos describe las defensas del puerto. Dice "a la orilla del mar hay una torre de guijarros y barro que no tiene combeniencia para poner una guardia, se necesita erigir en dicho paraje una torre fuerte, reducida, para que cuatro o seis hombres puedan defender las embarcaciones con la artillería. (San Andrés) De la playa de San Andrés (…) hasta San Juan se encuentra el castillo de Pazo Alto, torre de San Miguel, torre de la Candelaria, Batería de San Antonio, batería de Santa Isavel, fuerte de San Pedro, fuerte del Rosario, Castillo prinsipal, nombrado San Cristóbal, la plataforma de Nuestra Señora de La Concepción, la batería de Nuestra Señora de Regla, nombrada de San Francisco, y el castillo de San Juan. Las referidas baterías y castillos defienden el puerto y lugar de Santa Cruz.

No obstante, por si fallaban estas defensas y para evitar que el enemigo penetrara hacia La Laguna, se decide construir una batería que pudiera albergar cuatro piezas de artillería y que sirviera asimismo de polvorín. Los planos los firma en 1789 el también ingeniero militar Fausto Caballero. Hemos de hacer un aparte para comentar la importancia que tuvieron los ingenieros militares no sólo en la construcción de edificaciones de defensa sino también en la elaboración de los planos y mapas de las islas en aquellos años; tengamos en cuenta que fueron el primer cuerpo de técnicos de la administración estatal.


Para hacernos una idea de cómo era la fortificación en sus primeros tiempos podemos observar una fotografía de finales del XIX o principios del XX en la que aparece una imagen muy distinta de la actual. En una vista aérea vemos su planta con cuatro potentes torres circulares en los ángulos del cuadrilátero, así como diversas dependencias para el cuerpo de guardia, cocinas, etc.

En 1899 fue transformada para instalar el Cuerpo de Colombofilia Militar y su palomar, hasta que en 1913 pasó a ser utilizada como almacén de la Comandancia de Ingenieros. No obstante es más conocida por los que hicimos el servicio militar obligatorio porque en 1944 fue convertido en Prisión Militar –"el Castillo"- por lo que se modificó su interior para construir las celdas. A partir de 1991 pierde su función militar y pasa a manos particulares.

Como ocurre con tantos bienes patrimoniales canarios, parece que la declaración de Bien de Interés Cultural es como –permítaseme la expresión- el beso de la muerte, pues no sólo no ayuda a la conservación de los mismos sino que parece que los condena a su destrucción. Parece como si las distintas administraciones canarias abandonaran todo interés por los elementos de nuestro patrimonio una vez que los han declarado BIC. No obstante sirvan estas líneas para dar a conocer otro de los restos de nuestro pasado que convive, y languidece, entre nosotros.

Publicado en loquepasaentenerife.com el 29 de junio de 2008

Fotografía de los años 40 (Foro Gran Capitan)



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