por Melchor Padilla
Los que se acercan a Abades, en la costa tinerfeña de Arico, pueden observar un edificio coronado con una gran cruz. La gente de allí lo llama la ermita, pero muchos tinerfeños ignoran que detrás de esta construcción se encuentran muchas más, hasta un total de treinta y cuatro. Es una autentica ciudad abandonada, levantada con piedra tosca del sur cuyo color se confunde con el paisaje. Es la antigua leprosería de Arico y tiene, como casi todo en nuestra isla, una historia que contar.Terminada la guerra civil, uno de los problemas sanitarios más graves de la sociedad tinerfeña de la época era la lepra, una enfermedad considerada maldita que sólo en Tenerife contabilizaba un total de 197 enfermos en ese momento. En aquellos tiempos se creía que la solución para este problema médico era el aislamiento de los afectados en lugares que tuvieran condiciones climáticas favorables y que estuvieran alejados de los principales núcleos de población para evitar el miedo de la gente al contagio.
Era la época de la posguerra y el régimen franquista impuso en Canarias un modelo económico autárquico dirigido por la autoridad militar a través del llamado Mando Económico. Esto supuso una militarización de la economía del Archipiélago, pues se creía en aquel momento que las islas podían verse implicadas en operaciones militares como consecuencia de la II Guerra Mundial. Este mando consideró de primera necesidad la construcción de la leprosería en la zona de Abades, que fue proyectada en 1941 por José Enrique Marrero Regalado, arquitecto nacido en Granadilla de Abona en 1897 y fallecido en 1956. Es autor de varias obras arquitectónicas de la isla como el edificio del Cabildo, el Mercado de Nuestra Señora de África, la Casa Cuna, el Cine Víctor y la Basílica de Nuestra Señora de la Candelaria. Fue también fiscal de Vivienda.
El proyecto inicial, que no se siguió con exactitud, contemplaba la existencia de varias secciones separadas para sanos y enfermos por sexos. La zona de los enfermos contaba con comedores, servicios, hospital, espacios de recreo y la parte destinada a residencia, donde se encontraban la iglesia y las escuelas.
Marrero Regalado desarrolló el proyecto en un estilo neo-canario de aspecto recargado y monumental, siempre dentro de los parámetros del estilo franquista de la arquitectura de posguerra. Llama la atención la enorme cruz de hormigón con la que coronó la iglesia, pero no hay que olvidar la enorme importancia que tiene en el primer franquismo el papel de la iglesia católica, que se expresó en la ideología del régimen que los historiadores denominan nacional-catolicismo.
Se iniciaron las obras y en la actualidad podemos contemplar los edificios, que presentan distintos grados de finalización. Hay algunas zonas acabadas, pero otras se quedaron solamente en estructura pues las obras se suspendieron debido a que en los años cuarenta aparecieron los primeros tratamientos contra la lepra, al tiempo que se empezó a considerar que los enfermos estarían en mejores condiciones en sus propios domicilios.
La gran obra de la leprosería de Arico nunca llegó a recibir ningún enfermo. Quedó abandonada y comenzó su lento deterioro. En los años sesenta se utilizó para llevar a cabo los campamentos de Falange que eran obligatorios en la época para todos los titulados de la Escuela de Magisterio, pero su utilización más conocida fue como acantonamiento militar para prácticas de tiro. Los militares se ubicaron en la parte más acabada, la que iba a ser destinada a los no enfermos, y todavía podemos ver los restos del circuito de alambradas que rodeaba su perímetro.
Los datos que manejamos los hemos obtenido del estudio de esta obra realizado por la investigadora Blanca Campos, titulado “La Leprosería de Tenerife. Principio y fin de un proyecto inacabado”, publicado en el nº 5 de la revista Sureste, que es el más exhaustivo de los existentes.
En el año 2002 el Ministerio de Defensa sacó a la venta los casi 900.000 metros cuadrados de terreno, que fueron adquiridos por el promotor italiano Alberto Giacomini por un precio aproximado de 17 millones de euros con el fin de construir un complejo turístico que incluiría dos campos de golf y casi tres mil camas hoteleras. El alcalde de Arico, Eladio Morales se felicitaba en aquel momento porque se produciría, en sus palabras “la ejecución de un importantísimo proyecto turístico que introducirá a nuestro municipio en la actividad y el desarrollo del turismo en la isla”. Sin embargo en 2003, el proceso sufre un duro revés, pues la ley de Moratoria Turística paraliza completamente el desarrollo del proyecto en el que el Ayuntamiento había invertido, también, un total de 6 millones de euros.
Desde entonces la fantasmagórica leprosería de Arico ha seguido su lento proceso de deterioro. En ella se han realizado en los últimos años rallies y fiestas rave, ha sido escenario para jugar a paintball, se han rodado videoclips, etc. Como detalle curioso diremos que en el año 2008 sirvió de marco para el rodaje de algunas escenas de la serie Plan América, entre ellas una que tuvo cierta fama, la de la voladura de una vaca por una mina.
Cada vez que pasen por la autopista del sur y vean, a la altura de Abades, la ermita con su gran cruz, recuerden que detrás se esconde una ciudad espectral cuyo silencio sólo rompe el sonido del viento.
NOTA
Pepe Damas nos envía unas artísticas fotografías nocturnas de la leprosería que pueden ver a continuación. Gracias, amigo.
Con permiso Melchor, copio !!
ResponderEliminarPuedes copiar lo que quieras, Yolanda.
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