domingo, 5 de julio de 2020

Pregón de San Benito Abad 2020

 por Carlos García


El viernes 3 de julio, tuvo lugar en el Teatro Leal de La Laguna el acto de la presentación del Pregón de la Romería de San Benito Abad que este año no se celebrará por la situación sanitaria que ha provocado la pandemia de la Covid19. Actuó como pregonero nuestro amigo y colaborador habitual de este blog Carlos García, médico e investigador del folklore y la historia de nuestras islas. Por su interés lo reproducimos integramente. 

Dignísimas autoridades, señoras y señores, laguneros todos....

La plaga de Justiniano, epidemia que asoló el imperio bizantino entre los años 541 y 543, afectando duramente a Constantinopla, ocasionó a nivel mundial pérdidas humanas calculadas entre 25 y 50 millones de personas. Fue una epidemia de peste bubónica considerada de las mayores de la historia de la humanidad.

La misma peste negra, la bubónica, causo pavor en el siglo XIV matando entre 45 y 70 millones de personas en el planeta, diezmando literalmente al continente europeo.
En el siglo XX, recién finalizada la Primera Guerra Mundial, la llamada  gripe española, se cobró cerca de 100 millones de víctimas mortales.

Han transcurrido cuatro generaciones para que otra grave epidemia nos afecte en la actualidad. Un nuevo coronavirus fue descubierto en China a finales de 2019, que ha causado un brote pandémico, conocido como Covid-19, así declarado el pasado 11 de marzo de 2020 por la Organización Mundial de la Salud, una enfermedad que se ha extendido por todo el planeta, con casi 9,5 millones de seres infectados y acercándose a 500.000 fallecidos.

Por esta situación este año los laguneros tendremos una Romería de San Benito diferente y especial que marcará una impronta en su largo devenir histórico; será la romería del confinamiento. Y a mí me ha tocado ser el pregonero de las fiestas, por lo que estoy muy agradecido por la invitación recibida del Ayuntamiento, sintiéndome muy honrado y feliz por estar ante ustedes, los pregonados, haciendo alusiones relativas al entorno que nos concita hoy, una de las grandes fiestas de San Cristóbal de La Laguna, la ciudad de Aguere, antigua capital de la isla,  Atenas del Archipiélago, que junto con las del Santísimo Cristo y la del Corpus, conforman las fiestas mayores de la ciudad.

Decir que proyectaré algunas fotografías antiguas, cedidas por Gerardo Guerra y por Antonio Barbero, a los que agradezco su generosidad,  que irán mostrándose a lo largo del pregón y de las que podrán disfrutar todos ustedes.  

En estas islas sabemos mucho de epidemias y de su impacto ciudadano a lo largo de la historia. Desde los años de la conquista,  existen noticias de la epidemia que afecto gravemente a los primeros habitantes: la modorra de los guanches; esta enfermedad ocasionó múltiples pérdidas humanas en los menceyatos de Taoro, Tacoronte y Tegueste.

 En el temprano año de 1506 la incipiente ciudad de La Laguna se ve afectada por una pestilencia que obligó a imponer medidas de cambios de residencias entre los vecinos que vivían en casas infectadas, trasladándolos a la zona de Geneto,  limitando por parte del Cabildo la llegada de buques a puerto. 


Pero es en 1572 cuando Aguere sufre de una epidemia grave de peste de Landres, proveniente de unos tapices orientales introducidos en la isla que llegaron desde Flandes para las fiestas del Corpus. Por ese motivo los vecinos infectados  fueron alojados en la zona debajo de la ermita de San Cristóbal,  y de "quitar los hijos de los pechos de las madres y llevarlos ausentes dellas a poner en degredo y partes apartadas", enterrando  los cadáveres en el lugar del Llano de los Molinos, dada la saturación de entierros en las iglesias, inhumando cercad de 2.000 cadáveres en una huerta al lado de la ermita. Se calculan entre 6 y 7.000 las victimas totales, más de la mitad de la población de Santa Cruz y La Laguna juntas.

Muchos habitantes laguneros abandonaron la ciudad y se trasladaron a la zona costera de Tejina y del Sauzal.

Se pusieron acciones de contención, como un cordón sanitario, para prevenir los contagios entre Santa Cruz y su puerto y la Laguna, con penas de castigos a base de latigazos o de condenas de muerte a los infractores.

Finalmente se construyó una nueva ermita en honor de San Juan Bautista y un campo santo de los muertos.

En 1648 sucedió en nuestra ciudad otro ataque epidémico, y esta vez, la peste negra, conmovió al vecindario al producirse un hecho singular en el templo de la Concepción, en un cuadro al óleo que representaba a San Juan Bautista, que sudó durante cuarenta días y que vino a considerarse un hecho milagroso  que mantuvo a raya la peste. 

Por tanto, la peste negra, o de Landres, o bubónica, fue una vieja conocida entre nuestros antepasados, que describieron los historiadores y cronistas desde Fray Alonso de Espinosa.

Epidemias de fiebre amarilla, de viruelas o de tabardillo afectaron a Tenerife en diversas épocas, debiendo utilizarse distintas ermitas para dar sepultura a las victimas, y alojar a los enfermos en los tres hospitales de los que gozaba Santa Cruz, el de Nuestra Señora de los Desamparados, el de San Carlos y el Hospital Militar, construyéndose el cementerio de San Rafael y San Roque, en 1811, para dar cabida a los enterramientos.

La Laguna sufrió numerosos fallecimientos y contagiados, hasta el punto de no poder sacar procesiones de las iglesias y realizar enterramientos de dos en dos, como nos recuerda Ana Mª Díaz Pérez y Juan de la Fuente Perdomo en su obra , "Estudios de las grandes epidemias de Tenerife".

En la Laguna se contaba ya en 1517 con tres establecimiento sanitarios: el hospital de Nuestra Señora de la Antigua, el de San Sebastián y el de Nuestra Señora de los Dolores, alguno de los cuales fueron utilizados para dar cobijo a los infectados por las enfermedades.

En 1780 un nuevo brote de viruelas afectó gravemente a la ciudad, extendiéndose con tanta rapidez que solo en un mes, el médico Carlos Yánez, tenía más de mil enfermos que atender.

Los centros sanitarios tenían la función, lo mismo que los médicos asalariados, de dar una cobertura de Sanidad Pública, con gran influencia social; eran profesionales contratados por el Cabildo para la atención benéfica de los enfermos, no solo sanitaria sino de asistencia a los más pobres y necesitados.

Desde antiguo se repite la historia. Es la Sanidad Pública, igual que hoy, la que da respuesta a las graves afectaciones de la salud. Ejemplo a mantener.

Y cambiamos a cuestiones más festivas.

En relación con el tema de los hospitales, tuvo fama popular un trabajador del Hospital de Dolores, José Abreu, por todos conocido como "el médico feo", que realizaba diversas funciones en el mismo: conserje, cuidador, limpiador y alguna que otra labor sanitaria. Muy dado a recitar coplas, improvisaba versos de cualquier circunstancia. En un juicio que se le celebró le respondió al juez sobre su identidad:

                           "Unos me llaman José
                           Y otros me llaman Abreu
                           Y otros, yo no sé por qué
                            Me llaman "el médico feo"

Y a las monjas del hospital, que le obligaban a barrer el recinto o a rezar junto a ellas en la iglesia, ante la demanda de la superiora le contestó:

                            " Yo señora, no soy vago
                              y me gusta trabajar
                              pero barrer y rezar
                              eso sí que no lo hago".

Y parte de su biografía se describe por él mismo:
                                                  
                             " Primero fui zapatero
                             y después compré un billar
                            y hoy me encuentro de portero
                            en este santo hospital".      

 Estas figuras populares laguneras  las encontramos inmersas en las fiestas de la ciudad. ¡Cuantas veces habrán  acompañando a San Benito en su romería,  en las procesiones religiosas, y en los bailes y saraos de las plazas, en las fiestas de los barrios¡

Recordamos a Domingo "el cegato",  con su capa militar al hombro, sombrero, largo bastón y gran barba, frecuentando la Plaza de la Junta Suprema.
A Panchito, forofo del Club de fútbol Hespérides como nadie:

                        "Lagunero santurrón
                         tu gritarás con Panchito
                        Anímate Hesperidito
                        que tú serás campeón"

Y a su padre, Marcos "el cojo", guía de turistas radicado  en la puerta del Hotel Aguere; y a Lorenza pelada al rape  con su cachimba, implorando " "una limosnita por el amor de Dios, mi niño";  a "Ya te cale´"; a Rafael "el loco", redondo como un barril y sus medallas colgadas al pecho, cojeando pero marcando el paso en los desfiles junto a las bandas que acompañaban a en las fiestas; a Daniel "el huevudo"  otro gran aficionado al vino al que de broma un ventero  le dio un vaso de vinagre macho diciéndole que era de vino y tras un solo trago le respondió:

                        "véndelo pronto porque se está picando un poco";

A Jeromito,  que junto con el "General Fagón", conformaban un trío peculiar sentados casi siempre en los bancos de la Catedral. Este último, cada vez que se cruzaba con don Anatolio Fuentes, ilustre general radicado en la Villa de Abajo, y para poderse tomar unas cuartitas de vino, se le cuadraba y le decía :

                        "Mi general, de general a general
                        ¿ por qué no presta cinco duros?"

Y aquel le respondía:

                        "No faltaría más, mi general
                          un préstamo entre compañeros
                          no se puede negar"

Y no olvido a Panduro con su "falta de ignorancia"; a Clementoria; a Cambalalucha y tantos otros.

Cuantas anécdotas e historias contadas por Luis Álvarez Cruz, por Leocadio Machado y tantos más.


Me gusta visualizarlos en el contexto festivo de la romería; creo que imaginarlosnos trae a la   consideración, una serie  de elementos añadidos al jolgorio, a la diversión, al divertimento ciudadano de una ciudad que también aporta personajes peculiares, cultivados, pero llenos de socarronería,  que  dejaron huella en la intrahistoria lagunera; tales como José Alayón, barbero y sacristán; al maestro Fariña, con su vocablos al vesre; a poetas como Verdugo; a Juan Penedo con sus coñas y salidas de tono; a Manuel Osuna; a Nijota; Gil Roldán; López Ruiz; Ramón González de Mesa; José Oliva, frecuentadores perpetuos de las tertulias  de las viejas tabernas laguneras, de las ventas como la de Tomás el pequeño, la capilla de San Juan Bautista, la de Antonio "Cambica", la de Antonino "el Cuijo", la de Antonio "el matancero", la de La Frangolla, la de "Serapio", el Café Central, la de "Maquila" y, como no "la Oficina":

                                   "¿Quieres clínicas de urgencias?
                                     aquí está la de Tomás
                                    Si te parece mezquina
                                    existen más por fortuna.
                                   En esta triste Laguna
                                   Hay ventas en cada esquina"

Fueron aquellos  intelectuales y liberales que se mezclaban con los nobles, y con los canónigos en una variopinta mezcolanza que, reunidos en peñas, reboticas y barberías,  departían de historias, anécdotas, vivencias  y de todo lo que acontecía en la ciudad, manteniendo vivo el patrimonio lagunero

Esta ciudad de La Laguna, ciudad muy principal, antigua y vetusta, con sus casonas palaciegas y sus jardines detrás de los altos muros, de frecuentes lluvias y verodes en los rojizos tejados, donde suenan campanas cada hora, fue lugar de gran poder e importancia al ser la sede de la capital insular, con funciones administrativas, políticas y burocráticas, junto con las episcopales, sin olvidar las culturales. 

Ciudad  tan peculiar que mantiene el nombre de su bautizo, el que le dio la laguna de agua que la conformaba, la que desapareció, secándose hace mucho tiempo y que referenció en un copla Antonio Ribot, que fue secretario del Gobierno Civil, buen escritor y novelista y que denominaba "sinapismos" y que nos recuerda Gilberto Alemán:

                                   Naranjeros sin naranjos
                                    y sin sauces, El Sauzal
                                   una Laguna sin agua
                                   ¡que tierra tan singular¡

Tiene una fiesta  que se remonta a 1532 cuando, a decir de Núñez de la Peña, al perderse los sembrados tras una larga sequía, otra de las "epidemias", no solo las sanitarias, que hemos sufrido secularmente por estas tierras, fue elegido por el Gremio de los Labradores de la comarca, el fundador de la orden benedictina, Benito de Nurcia, como patrono y abogado para mitigar la sed de los campos, elección ratificada por el Cabildo el 11 de junio de 1540 en sus Ordenanzas, señalando tres días de celebración como ya es sabido por todos: el 1 de marzo día de su santo, el segundo de Pascua de Pentecostés, cuando salió en suertes, y el 11 de julio día de su romería.

 Pero hay que situar a la ermita que lleva su nombre. Levantada en el camino que sale de la Laguna hacia la zona norte, se fecha su fundación aquel mismo año de 1532 tras la edificación de la ermita de Gracia que fue anterior. No obstante, no hay acuerdo histórico para creer que existía antes de ser nombrado San Benito como abogado y patrono de los campesinos, puesto que la esposa del II Adelantado, Inés de Herrera, consigna en su testamento de 1535, una cantidad económica para su fábrica; y en su propio  libro de fábrica, que comienza en 1777 hasta 1819, no nos sirve  en esta certeza, como bien alude María Jesús Riquelme en su trabajo sobre distintas ermitas de La Laguna. No obstante  los estudios de Pedro Tarquis nos informan de que en 1554 había concluido la obra con el altar a San Bernabé, día en que se realizó el sorteo de elección del santo, habiéndose reparada las paredes y sus cimientos, en 1640, por encontrarse amenazada por ruina.
De aspecto rectangular, con fachada cuadrada, simple y con puerta principal  enmarcada por arco de cantería roja, tejado a dos aguas en la nave y de cuatro en la capilla, es de amplias dimensiones. Una pequeña espadaña se levanta en lo alto. Su techo, dice la tradición, fue fabricado con la madera de un solo pino con artesonado típico en las construcciones canarias y posee un púlpito en el lado izquierdo de la nave, añadido en fecha más moderna, después de 1819. En el retablo mayor aparece la escultura de San Benito,  titular del templo, cuya existencia aparece reflejada en 1777 sin conocer su procedencia ni la fecha de su llegada, estimándose esta a finales del siglo XVII. Tampoco conocemos que imagen presidía la ermita hasta la llegada de la actual.

La imagen de vestir, que parece barroca,   tiene 1,2 metros de altura, y su mano derecha un cáliz con la sierpe y el veneno y en la izquierda el báculo. A la derecha aparece un cuervo con un pan en el pico. Ocupa el nicho central del retablo mayor.

Durante su historia la edificación sirvió como alojamiento de personas que huyeron de Santa Cruz  en la epidemia de fiebre amarilla de 1862; más tarde, en 1898, se destinó como alojamiento militar y fue ocupada por soldados de caballería que la convirtieron en cuadra de caballos,  sufriendo un gran deterioro.

Se encuentra una temprana referencia, en la Tazmía de 1592, a la "Calle de San Benito con sus traviesas", en la Villa de Arriba, también descrita como calle que  sale de la Concepción al camino, lo que fue la calle Empedrada, que iba desde la vieja plaza de la Antigua o Santa María la Mayor,  la actual Plaza Dr. Olivera, hasta San Benito. La habitaban 134 personas, con 23 vecinos entre ellos un tonelero, un rolero y un pescador. Entre sus casas la de las Beatas Alcorrea y la de Malgarida Silvera.

Antiguamente se denominaban romeros a los que iban a Roma, de donde deriva luego el término ir en romería .De igual modo, a los que acudían a Santiago de Compostela, se les denominaba peregrinos, e incluso a los que caminaban rumbo a la ciudad santa de Jerusalén se les llamaba palmeros. Por tanto el viaje que se hace a una ermita o santuario para agradecer favores a un santo o a una virgen, casi siempre patrones de la zona, se conoce como romería. 

 En plena primavera, al comienzo del verano, tiempo de recogida de las cose­chas, las comunidades rurales acostumbran realizar fiestas que fundamentalmente mantienen un predominio lúdico, aunque sin olvidar el substrato religioso que gira en torno al agradeci­miento de algún santo o devoción, y sobre el que se basan una serie de ritos y manifestaciones folklóricas.

Así por ejemplo en la primera veintena de siglo, la fiesta de San Benito ofrecía en la noche de su víspera la aparición de un pequeño des­file que se realizaba desde la propia plaza de la ermita con la aparición de una pareja de gigantes hechos de cañas y papel, de los que sa­lían, como escupidos, cohetes y fuegos de artifi­cios de sus pechos o brazos, cohetes que confeccio­naba Cho Juan “el foguetero”­, aquel que tenía su taller artesanal en la calle del  Adelantado, en pleno barrio. Se hacían carreras de sortijas en bicicletas, con las que se obtenían las preciadas cintas de colores; se montaban en la pequeña plaza ventorrillos, puestos de turroneras, juegos de ruletas, y los chiquillos corrían que eran la admiración de todos, chicos y grandes; y por supuesto se hacía lo más importante de la fiesta que era la procesión, y los chiquillos corrían, calle Empedrada arriba, para llegar a tiempo de atrapar alguno de los terrones de azúcar que se tiraban al aire, alrededor de la ermita, mientras el santo volvía a meterse en el interior.

Pero la romería que actualmente conocemos comienza en 1947, año que concreta Julio Torres con acierto, borrando los errores anteriores, cometidos por muchos de nosotros,  que la databan un año después.

Es por tanto,  una celebración festiva que tiene su origen en una sociedad rural, en una sociedad labradora, en este caso de La Laguna, que es la receptora y propagadora de una supervi­ven­cia, del mantenimiento de algunas tradiciones del pasado. Porque casi siempre el estrato popular de la población, mucho más que el aristo­crático o el acomodado, es el verdadero caldo de cultivo donde germina y crece, donde se conservan todas las  manifestaciones tradicionales y folklóricas de un sector. De aquí es de donde, probablemente, derive la estructura que hoy conocemos de la romería, constituyendo un cortejo popular, con las carretas, como viejos medios de transportes, con las parrandas, o grupos de romeros que caminan hacia la ermita cantando y divirtién­dose como corresponde a un día de fiesta, vestidos a la usanza tradicional, haciendo uso de la gastronomía local, y acompañándose de sus ganados en pos de obtener un beneficio sobrenatural del santo patrón o para pagar una promesa de algo recibido.


El primer presidente de la comisión de fiestas, nos cuenta Julio,  fue Virgilio Martín, que envío en su nombre y por mediación de Antonio Hernández Arrón, su secretario, un escrito al Gobernador Civil pidiendo permiso para celebrar  las fiestas y romería en 1947, además de solicitar un donativo al Ayuntamiento que no se concedió.

Empezó siendo una humilde romería que solo recorría los alrededores de la ermita y que hoy se extiende a toda la ciudad.  La primera comisión de fiestas la componía, además de los dos nombrados, los hermanos Pastor y Esteban Hernández Arrón, Ángel Álvarez, panadero, José Cañizares y Manuel Hernández.

La primera de todas consistió en agrupar a la Danza de San Diego, la de San Benito, la danza de Pedro Álvarez junto con su barco y campesinos vestidos de marineros, otro barco de San Diego, y una parranda de vecinos del barrio con unas 30-40 yuntas de ganado, propiedad de  los propios don Virgilio, don Cándido, don Cirilo Hernández, mayordomo de la ermita y otros ganaderos y campesinos del lugar. Abría la comitiva la Cruz Alzada de la Concepción y la imagen de San Benito fue llevada a hombros.

Las calles se engalanaron de pétalos de flores, con alfombras de hojas verdes y girasoles, y los estallidos de los cohetes se confundían con el bullicio, gritos y ajijides de los habitantes del barrio y los de la villa de arriba que acudían a la fiesta.


Un año después, en 1948, aparecen las primeras cinco carretas engalanadas, y el Ayuntamiento dona 300 pesetas por intercesión del Obispo Pérez Cáceres, quién anima a la comisión a pasear por toda la ciudad y se ofrece para la bendición de los animales; una rondalla del Barrio, otra de Taco y una de la Punta del Hidalgo animan la comitiva. Aparece incluso la colaboración de  doña Luisa Machado que formó parte de la organización, y que personalmente participó en las obras de teatro tradicional que hacía junto a Ángel Álvarez, en sus memorables recreaciones de diálogos campesinos, en el papel de Seña Rita o Mariquilla. Todas estas personas, laguneros de bien, son los verdaderos protagonistas y los que  sacan a la calle la romería entendi­da como la actual en los años siguientes. Se reunían, a decir de Eliseo Izquierdo, en El Comercio, tienda de ultramarinos, propiedad de Don Cirilo en la parte alta del barrio.

La participación fue aumento con el devenir de los años, añadiéndose carretas, rebaños de ganados, parrandas de música, apareciendo su primer programa festero en 1950, con aportaciones del Orfeón La Paz y el Casino, donando 1.000 pesetas el Ayuntamiento para tal fin.

Y es en 1956 cuando se produce un salto cualitativo en la Romería con una participación cuantiosa de rondallas, diversos animales como camellos, burros, rebaños de ovejas y cabras, barcos, danzas y hasta 29 carretas, con la presencia de siete señoritas representando a todo el archipiélago.

Tras el éxito de la primera romería, que sirvió a modo de ensayo y como precedente del regocijo vivido por los habitantes de la Villa de Arriba, no fue posible dejar de organizarla en años venideros, hasta el punto de ir ganando cada año en categoría e importancia, pasando de una fiesta de barrio a romería insular y más tarde a regional. En aras de enaltecer esta fiesta popular, fiesta de un barrio en las afueras del casco urbano, los promotores tuvieron la feliz idea de recabar ayuda a las familias nobles de La Laguna, incluyendo en los primeros momentos a hijas de aquellas para que formaran parte como Romeras Mayores, idea afortunada para el patrocinio económico que necesitaba el evento. Así, una de las primeras familias laguneras que acudieron en ayuda de los organizadores fue la se Monteverde-Ascanio, sumándo­se pronto otras de gran abolengo y solera. Lo mismo ocurrió con don Manuel Cerviá Cabrera, Magistrado del Tribunal Supremo, hijo de Tenerife, que aportó ayudas inestimables a la romería lagunera, motivo por el que ostentó la Presidencia de Honor de la misma.

Este auge propició que, unos años después, se incorporaran agrupaciones musicales de todas las islas que motivó calificar a la romería de Regional, en 1959, la única de toda Canarias.


Deseo referirme  a la aparición temprana en la romería al grupo de baile de las cintas, que lleva el nombre de San Diego, y que he conocido  por uno de sus actuales danzantes que ese baile data de muy viejo, ya que según el informante, lo bailaba su padre y su abuelo y sin duda fue la primera danza en salir en la festividad de San Benito. No conocemos el origen del baile pero parece ser una promesa a San Benito lo que motivó la constitución de un grupo de devotos de la zona de San Diego para organizar un baile de las cintas. Comenzaron a bailarla los hombres y siempre ha sido tradición que las mujeres no danzaran, aunque en alguna ocasión, y por ausencia masculina, han sido ellas las danzantes. Este grupo no lleva sino tamborilero y chácaras o castañue­las, no apareciendo la flauta, y ejecutan básicamente el ritmo de tajaraste, que es el único que se toca en la procesión del santo­, aunque también tienen otros toques distintos como pasodoble y la isa, desde luego de procedencia mas moderna. Se compone el baile de unos 12 danzantes, aunque también pueden ser más, y la indumentaria consiste en pantalón azul con una cinta roja a los lados, camisa blanca y lonas, y el escudo de San Diego en el lado izquierdo de la camisa.

¡Cuantas coplas populares se conocen alusivas a esta tradición festiva y lagunera¡ ....unas son  de autoría popular y otras de diferentes autores.  Hoy quiero recordar  alguna de ellas, personales, para que sirvan de expresión y recuerdo a nuestra fiesta folklórica por excelencia

           
            Es villero San Isidro
            San Benito lagunero
            Y San Pedro es del Sauzal
            San Bartolo tejinero

            Es día de San Benito
            romería lagunera
            hoy florecen más los valles
            y espigan las sementeras

            Viva Dios, Viva la Virgen
            y San Benito Patrón
            que hoy es día de romería
            ¡Viva la Fiesta Mayor¡

            En la calle los magos
            de romería
            van cantando saltonas
            con alegría.
            Muchas carretas
            y San Benito bailando
            por La Carrera

            Para la romería
            muy de mañana
            paseando en carreta
            vas de parranda
            ¡es San Benito¡
            pasa sonando una esquila
            muy despacito
           

Pregonar es publicar en voz alta una cosa para dar noticia de ello a todos, pero también es alabar en público los hechos o cualidades de un lugar, de un pueblo o una ciudad. Eso es lo que he intentado hacer hoy, pregonar estas antiguas, estas centenarias fiestas de la Romería de San Benito.    

Termino expresando el interés que todos debemos mostrar por evitar que nuestras fiestas tradicionales desaparezcan. La revitalización y el robustecimiento de ellas es primor­dial, sin querer aferrarnos al pasado e intentar copiar lo que se hacía antes, lo que se hacía de viejo.  Sin olvidar nuestras raíces, nuestro entronque primitivo, conociendo de donde provienen nuestras fiestas populares, debe­mos apostar por nuevas aportaciones, introduciendo ideas novedosas y modernas, para que la fiesta evolucione  y no se pierda con el transcurso de los años venideros.  Que no todo quede en recuerdos del pasado, en tradiciones y hechos históricos. Introduciendo aspectos novedosos estaremos aunando la tradición con el futuro.

Me despido deseando lo mejor a todos los laguneros, tinerfeños y canarios en estas fiestas que hoy arrancan. Por eso y por todo ello, San Benito, hoy te hemos pregonado.

Muchas gracias



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