por José Manuel Erbez (*)
Las Islas Canarias eran conocidas ya en la época clásica (Horacio y Plinio, entre otros, hablan de ellas), pero es a partir del siglo XIV cuando comienza su conquista por los europeos. Se sabe que, desde 1291, comenzaron a llegar al archipiélago diversas expediciones genovesas y, más tarde, de catalanes y mallorquines, y quizá sea este el motivo de que la isla de Fuerteventura aparezca en algunos portulanos (como el de Abraham Cresques, de 1375) pintada de blanco con una gran cruz roja, un emblema común a genoveses y catalanes.
Pero la primera vez que tenemos constancia documental de algún tipo de bandera relacionada con Canarias es en la crónica que relata la expedición que llevaron a cabo en el siglo XV, los normandos Jéan de Bethencourt y Gadifer de la Salle.
Jean de Bethencourt y Gadifer de la Salle en la miniatura original del manuscrito Egerton 2.709 de The British Library |
La expedición salió de La Rochelle en 1402 con dos navíos y 280 hombres, pero hubo muchas deserciones y al llegar a Lanzarote sólo quedaban 63. Después de asegurada la fácil posesión de Lanzarote por el temor de los nativos al armamento europeo, Gadifer abordó la conquista de Fuerteventura, mientras Bethencourt viajaba a Sevilla, para regularizar la situación de su señorío.
Hizo pleito homenaje por Lanzarote y obtuvo todo cuanto pretendía para la prosecución de la conquista, pero no pensó lo más mínimo en los intereses de Gadifer, quien se creía, con razón o sin ella, tan dueño de Canarias como su asociado. Hubo graves desavenencias entre los conquistadores, y al considerase estafado por su socio, Gadifer parece haber pensado en conquistar por cuenta propia Fuerteventura, o acaso alguna otra isla; pero no encontró apoyo y tuvo que abandonar (1408). Por su parte, Bethencourt pudo añadir a las dos islas orientales la conquista de El Hierro. Probablemente hizo un viaje a Normandía, llevando productos de Canarias y regresando con más colonos.
Finalmente, en 1412 renovó en Sevilla su pleito homenaje para las tres islas conquistadas y regresó a Normandía, tras haber confiado la administración de las islas a su deudo Maciot de Bethencourt. En los años siguientes mantuvo el contacto con Canarias, a pesar de la guerra francoinglesa, y probablemente recibió algún transporte más de los productos de su señorío. Sin embargo, la guerra acabó por obligarle a renunciar a su señorío sobre Canarias a favor del conde de Niebla, ya que al alinearse Castilla con Inglaterra, Bethencourt no podía mantener su vasallaje con el rey castellano sin caer en traición a la Corona francesa.
Copia de 1896 del manuscrito Egerton 2.709 |
La segunda versión, llamada de Jean V de Béthencourt, está contenida en el códice Montruffet de la Biblioteca Municipal de Rouen, y se funda en la crónica de Gadifer, en su primera forma; es más completa (tiene 88 capítulos) y conduce la narración hasta la muerte del conquistador. Fue escrita, copiada y compilada a la vez, hacia 1490, por el sobrino y homónimo del conquistador; representa el punto de vista de éste, ensalzando sus méritos y, al mismo tiempo, tomando constantemente su defensa contra las criticas de Gadifer. La compilación es torpe, porque quien escribe ignora la realidad canaria, y copia su fuente para desvirtuarla.
El problema de la autoridad y credibilidad de cada versión es arduo, no sólo por la falta de sinceridad de ambos autores, sino también por la dificultad de cambiar el curso de la historia, que hasta hace poco ha otorgado una confianza total a quien más mentía.
En el códice Egerton 2.709 aparece una lámina miniada casi a página entera que representa la nave en la que la expedición llegó a las islas, y en la que ondean dos gallardetes con los besantes del escudo heráldico de Gadifer de La Salle, propietario del barco. También la corneta que toca un personaje en la proa está adornada con un paño que luce el mismo motivo.
Asimismo, tres estandartes flotan convencionalmente rígidos en la popa, de los cuales uno muestra las armas completas de La Salle (primero y cuarto, de sable, tres cruces de oro; segundo y tercero, de plata, tres besantes de azur), mientras que los otros dos no han sido identificados.
Tampoco han sido identificados los escudos que sostienen dos guerreros ni los que adornan el castillo de popa. Dado que la lámina original se ha conservado en pobre estado, cuando se realizó la publicación del manuscrito en 1896 se encargó una copia en grabado, que es la que aquí se muestra junto con la reconstrucción en color de uno de los gallardetes y de los tres estandartes.
El códice Montruffet es mucho más profuso en ilustraciones, aunque de una calidad inferior a la lámina del Ms. Egerton 2.709. En dichas ilustraciones aparece representado varias veces el estandarte heráldico de Jean de Béthencourt (de plata, un león de sable, linguado y lampasado de gules), así como otro estandarte con una cruz cuyos colores se ignoran, al ser las ilustraciones en blanco y negro En algunas ilustraciones, al parecer por simple desidia del ilustrador, los estandartes aparecen en blanco.
Por supuesto, no podemos saber con seguridad si alguno de estos estandartes y gallardetes llegaron a ondear realmente alguna vez sobre suelo canario, pero no parece descabellado pensar que así fuera, por lo que podemos considerarlos sin ser demasiado aventurados como las primeras banderas sobre Canarias.
(*) José Manuel Erbez, nacido en 1963 en Alcalá de Guadaíra (Sevilla), reside en La Laguna desde 1987. Es licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Sevilla y funcionario de la Escala de Ayudantes de Bibliotecas, Archivos y Museos de la Universidad de La Laguna, donde ocupa el puesto de Jefe de la Sección de Ciencias y Técnicas. Es secretario de la Sociedad Española de Vexilología (SEV), asociación dedicada al estudio de las banderas y símbolos afines. Mantiene la web "Símbolos de Canarias" y es autor, entre otros, del libro "Banderas y escudos de Canarias", editado en 2007 por la SEV.