lunes, 31 de diciembre de 2012

Tenerife, el mejor 'resort' del siglo XIX

por Carlos Padilla

Hoy en nuestra sección de Artistas invitados, Carlos Padilla nos habla de una guía de destinos turísticos en el Atlántico ideales para la salud y el placer que Samuel Benjamin, escritor y diplomático estadounidense, elaboró en 1878. En ella nos presenta a Tenerife como uno de los lugares más agradables, en especial la zona de La Orotava y el Puerto de la Cruz.



La reseña literaria aparecida en The New York Times el 4 de julio de 1878 no podía ser más clara: las islas del Atlántico "están convirtiéndose cada vez más en el resort ideal para los enfermos y buscadores de placer". El diario neoyorquino arrancaba así su crónica sobre una singular guía de viajes, la primera centrada en este tipo de destinos según el redactor. Su autor, Samuel Benjamin, era un reconocido viajero, escritor, a ratos periodista e incluso hombre de Estado: fue el primer embajador de Estados Unidos en Irán.

En ese tiempo no había turismo de masas, apenas turismo a secas. Sin embargo, Benjamin era un viajero incansable. Sólo hay que consultar su amplia bibliografía, gran parte de ella basada en experiencias alrededor de todo el mundo. Para elaborar su guía sobre las islas atlánticas, titulada The atlantic islands as resorts of health and pleasure (Las islas atlánticas como resorts de salud y placer), recorrió un total de 13 ínsulas de este océano, entre ellas Tenerife. Sorprendentemente, ésta aparece en su relato como una de las mejores para ser convertida en un inmenso balneario.

¿Qué razones lo llevaron a tomar esa decisión? Para empezar, quedó prendado de La Orotava y Puerto de la Cruz. El aire fresco, las temperaturas agradables y el clima seco lo llevaron a colocar esta zona de la isla por encima de otras como Madeira o Bahamas. "La Orotava parece combinar todo lo deseable desde un punto de vista sanitario para aquellos enfermos afectados por dolencias pulmonares, reumáticas o neurálgicas", afirma. Para Benjamin, Santa Cruz resultaba demasiado cálida y La Laguna muy húmeda y ventosa.

Esta obra no es muy conocida, pero según el encargado de reseñarla en The New York Times daba a conocer aspectos de los archipiélagos del Atlántico que "nunca antes habían sido presentados al público de una forma tan práctica". De hecho, el libro recoge también muchas ilustraciones de diversos puntos de la isla y describe con detalle el modo de vida en varios pueblos. Para ello se puso en contacto con gente de todos los estratos sociales: cónsules, gobernadores locales, ricos, pobres y ciudadanos de a pie. Esto es lo que apunta la guía de Benjamin sobre algunas ciudades de Tenerife:

Santa Cruz. Fue su lugar de llegada y, por tanto, el primero que tuvo ocasión de visitar. "No sea que la gente olvide el nombre de la ciudad, una enorme cruz de mármol preside la Plaza de la Constitución, cerca del embarcadero", ironiza. Había gente de "clase baja" que aún vivía en cuevas, le gustó mucho la Plaza del Príncipe y se mostró sorprendido por encontrar "tantas mujeres guapas en un lugar tan pequeño". Más adelante afirmaría que las más bellas de la isla están en La Orotava.

La Laguna. "Pese a su clima fresco y húmedo, sigue siendo un buen centro turístico para aquellos que quieran cambiar el aire reseco de Santa Cruz por una atmósfera más vigorizante", dice. Para él, de entre los pueblos tranquilos éste es el más "calmado y somnoliento", al tiempo que se percató de la abundancia de plantas y verodes creciendo en las paredes, celosías y tejados. Un dato curioso: llega a hablar de "inflexibilidad medio persa de la opinión pública" al referirse a la presión social que se imponían los paisanos en cuestiones como la vestimenta.

La Orotava. Además de afirmar que este enclave presenta las mejores condiciones climáticas de todo el Atlántico, Benjamin también hace algunas apreciaciones culturales y sociales. "Los días de fiesta en la iglesia, las calles por las que pasa la procesión son cubiertas con alfombras de flores", cuenta. También habla del drago presente en el jardín del marqués de El Sauzal y de la belleza de las mujeres, algo que atribuye "al maravilloso aire de la localidad" y "a sus orígenes normandos".

La guía de centros turísticos de salud y placer escrita por Samuel Benjamin aporta muchos datos más, curiosidades como que el nombre de Tenerife fue puesto por los aborígenes de Gran Canaria al ver el volcán desde la distancia o su sorpresa por el hecho de que, "incluso bajo la bandera española amarilla y escarlata", Santa Cruz fuera "un puerto libre". Si quieres más información, puedes leer el libro completo en openlibrary.org.

Este destino vacacional salió muy bien parado en las recomendaciones del viajero y diplomático estadounidense, hechas hace más de cien años. Por desgracia, en esa época no tenían mucho sentido. 

¿Sería distinta esta isla de haberse seguido sus propuestas?

lunes, 24 de diciembre de 2012

El baile del Canario

por Melchor Padilla



En la Europa del Renacimiento una danza tuvo el reconocimiento de los bailarines de las fiestas cortesanas en las cortes de Italia, Francia, Inglaterra y España. Era conocida por su origen como el Canario o el Baile de Canarios. Las primeras referencias históricas que tenemos datan de mediados del siglo XV y Espinosa en 1594 se refiere a él diciendo que los guanches acostumbraban a hacer "alarde de sus gracias en saltar, correr, bailar aquel son que llaman canario, con mucha ligereza y mudanzas". Se cree que este baile fue llevado a la Península por los indígenas de las islas que fueron vendidos allí como esclavos tras la conquista y se popularizó de forma muy rápida. Los cronistas de la época lo describen como un aire vivo y alegre que se danzaba con gran brío y con cortos y violentos movimientos. Bailar canario llegó a ser sinónimo de moverse con mucha agilidad y vigor.

En aquellos tiempos de conquista y colonización de tantos territorios extraeuropeos, fue creciendo el gusto por lo exótico en todos los ambientes sociales, lo que determinó el auge de este baile y su rápida aceptación, primero en los ambientes populares y luego en los cortesanos de España, de donde se extendió al resto de Europa conservando el nombre de canario como referencia a su origen. Estuvo presente durante los siglos XVI y XVII tanto en los salones nobles como en los ambientes más populares y todavía en el XVIII se bailaba.

Aparece citada esta danza en las obras literarias de autores como Shakespeare o Cervantes, y Lope de Vega hace aparecer en al menos tres de sus obras teatrales a bailarines que interpretan el canario. Asimismo grandes compositores como Couperin, Lully, Kapsberger o Gaspar Sanz compusieron obras con este ritmo. En la actualidad, el canario figura en los repertorios de grandes intérpretes de música antigua.

Los más importantes tratados de danza españoles y europeos del Renacimiento incluyen el canario entre las danzas que se bailaban en los palacios de todo el continente y gracias a ellos sabemos cómo era. Se trataba de una estructura de ocho compases divididos en dos bloques repetitivos de cuatro compases. En sus orígenes isleños, según cuentan los cronistas, los danzantes se colocaban en dos filas enfrentadas y dando alegres saltos, se acercaban y alejaban entre sí. Los tratados de danza publicados en las diversas cortes europeas siguen respetando la forma coreográfica original del baile que nos describen los cronistas de las islas: las parejas enfrentadas se unen y se separan con graciosos saltitos y taconeos.

Pero, ¿qué ocurrió en las islas con esta danza que en la actualidad no existe con ese nombre? En el siglo XVIII el viajero inglés Glass todavía lo describe como vigente en el archipiélago entre las clases populares, por lo que debemos suponer que pudo haber pervivido en las islas, posiblemente modificado por las formas cortesanas que venían del continente europeo. El ilustrado Viera y Clavijo se pregunta también en ese mismo siglo: "¿En qué parte del mundo no es celebrado el baile canario por su tono vivo, alegre y lleno de expresión?".

Para el musicólogo grancanario Lothar Siemens este baile, aunque perdió el nombre, sobrevivió y es, por sus características musicales y coreográficas, el que en la actualidad conocemos como el sirinoque de la isla de La Palma. No obstante, el folclorista tinerfeño Elfidio Alonso amplía la lista de bailes folclóricos descendientes del canario al tajaraste y al tango herreño. También se pueden rastrear influencias claras de este ritmo bailable en el zapateo de Cuba, el malambo de Argentina y en México incluso se ha conservado el nombre para una danza tradicional. Quedan asimismo vestigios de su existencia en Chile y Colombia.

Muy poca gente de las islas es consciente de que cuando oyen y ven a un grupo folclórico palmero cantar y bailar el sirinoque están presenciando una de las pocas manifestaciones prehispánicas, quizá la única, que fue conocida en todo el mundo occidental desde el siglo XVI. Y para muchos, la más importante aportación cultural a Europa de los primigenios habitantes de las islas.

jueves, 20 de diciembre de 2012

¡GRACIAS A TODOS!


Este blog completó ayer sus primeras diez mil entradas. Esto me anima mucho a seguir pues significa que las cosas de historia y patrimonio interesan a más personas de las que pensaba. Procuraré seguir manteniendo su interés.

Muchas gracias por sus visitas.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Iglesia de San Agustín: 48 años en ruinas

por Melchor Padilla


Hace más de tres años, el 29 de mayo de 2009, escribí este artículo en el digital Loquepasaentenerife.com. Lo repito ahora alterando únicamente las fechas para que coincidan con el año en curso. Explico esto porque se da la coincidencia de que, precisamente hoy, el periódico El Día publica un artículo de similares características, pero como ayer anuncié su publicación, aquí está.


Hace ahora cuarenta y más de cuarenta y ocho años, el dos de junio de 1964 a primera hora de la tarde, una sesteante ciudad de La Laguna se despertaba con el acre olor de la tea quemada. Estaba ardiendo la iglesia de San Agustín, en pleno centro urbano. Todavía tengo ese día en mi memoria como si fuera hoy. Estábamos en clase en el Colegio de La Salle de la calle Carrera y el olor a quemado comenzó a extenderse por la ciudad. Al salir de clase nos fuimos a ver el incendio desde la esquina de la farmacia de Renedo. Una enorme columna de humo se elevaba sobre La Laguna y por momentos se temió, dada la magnitud del incendio y los escasos medios con los que se contaba en la época, que el fuego se propagara al resto de la población.

Las causas del incendio nunca se descubrieron, pero lo que es cierto es que en un par de horas desapareció para siempre uno de los conjuntos patrimoniales más importantes de la ciudad. Se perdió, además, una gran cantidad de obras de arte que albergaba en su interior. El periodista Domingo Bacallado ha reflejado muy bien todos los acontecimientos relacionados con el incendio en un artículo publicado en el periódico El Día con motivo del cuarenta aniversario del desastre.

La iglesia de San Agustín formaba parte del Convento de San Agustín. Fundado en el siglo XVI, recibió importantes reformas durante los siglos XVII y XVIII, siendo la obra cuyos restos contemplamos ahora de 1784. El Claustro y algunas dependencias anejas del antiguo convento desempeñan, desde el siglo XIX, tareas docentes. Por el viejo Instituto de Canarias pasaron los más ilustres hombres de letras y políticos locales del siglo XIX y del XX. A resultas del incendio quedaron solamente las paredes del edificio, los arcos y columnas calcinadas, pero desaparecieron importantes imágenes y objetos sacros.


Tras el desastre se desató una corriente de solidaridad en el pueblo tinerfeño que generó una gran cantidad de fondos para que fuera reconstruida la iglesia, que era muy querida para los laguneros. Pero el entonces obispo Franco Gascón decidió emplear esos fondos en otra obra que para él era en aquel momento más importante: la construcción del edificio del Seminario Diocesano de La Verdellada.

La iglesia no se reconstruyó jamás. En 1985, el obispo Franco concedió la iglesia y la residencia aneja a la orden de los Betlemitas, que cometieron otro desaguisado más al ocuparla. Ese mismo año, se introdujo una pala mecánica en el interior de las ruinas para proceder a la limpieza de los escombros, de forma incontrolada y sin ninguna intervención arqueológica que pudiera detectar restos no calcinados. Con esta acción se destruyeron para siempre los suelos y, lo que es más importante, las lápidas sepulcrales de la personas allí enterradas entre las que se encontraba la del historiador Núñez de la Peña.

San Agustín continuó en estado de abandono hasta que en marzo de 2005 el Ayuntamiento de La Laguna dictó una resolución por la que se anunciaba un Concurso Internacional de Ideas, que tenía por objeto "la presentación de propuestas que alberguen en la antigua Iglesia de San Agustín y en el conjunto que forma con el antiguo convento y el edificio de los Bethlemitas un uso compatible con la oferta cultural y educativa de alta docencia que se pretende asentar en el complejo, unificando funcionalmente los distintos edificios".

Con el fin de evaluar las ideas que se presentaron, se constituyó un jurado que designó como ganadora la que presentó el equipo FAM de Madrid, que propuso un hermoso proyecto tomando como actitud inicial tocar lo menos posible lo existente, edificar con lo mínimo. En su propuesta se trataba de crear un espacio que actuara como generador de actividad, una mediateca que permitiera resolver la falta de lugares de búsqueda cultural, investigación, manejo de medios audiovisuales y que supliera la necesidad que existe entre los habitantes de La Laguna y el área metropolitana de un lugar para la cultura en donde, aparte de actividades orientadas por la dirección del centro, se satisficiera el deseo de ver, escuchar, leer, y hablar. En definitiva, un lugar para el desarrollo cultural de todos y cada uno de los ciudadanos.

Así, se diseñó un espacio en la antigua iglesia con el aspecto de una plaza. Se conservarían los muros, las columnas y los arcos y se cubriría todo con lamas de madera que darían al sitio una luz de atardecer. En el edificio de la iglesia y el anexo ocupado por los Betlehemitas (que si se lleva a cabo algún día el proyecto posiblemente será demolido), se preveían espacios para hemeroteca, fonoteca, salas de audiovisuales, salas de trabajo y zonas de descanso, dispersión y expansión.

También se establecía en el proyecto ganador la existencia de una escuela de arte, ubicada al oeste del instituto Cabrera Pinto, y una cafetería-tienda donde está actualmente la actual sala de exposiciones del instituto. El espacio de conferencias y de actuaciones escénicas, con una capacidad de más de trescientas localidades, se situaría en el actualmente denominado patio de Bachillerato.

Han pasado siete años desde que se aprobó la propuesta del equipo FAM y hasta ahora no se ha movido ni una piedra. Entre las causas de este retraso podría estar el tiempo que ha llevado la elaboración del proyecto definitivo. Al coincidir su finalización con la actual crisis económica, el ayuntamiento no se encuentra en condiciones económicas de ejecutar la obra.

Mientras, la iglesia sigue en el centro de la ciudad como testigo de la inoperancia de las sucesivas corporaciones municipales. ¿Veremos terminada esta obra cuando se cumplan en 2014 los cincuenta años del incendio?

lunes, 10 de diciembre de 2012

Carlos Marichal: la alegría de crear.

por Melchor Padilla

“...si uno trabaja con el espíritu alegre, con esa alegría que produce crear algo nuevo, con la esperanza puesta en el presente que vivimos plenamente, y en el futuro en el que confiamos todos nuestros sueños y esperanzas, todo se hace más fácil, todo más sencillo…”


Los turistas que visitan la tumba del insigne poeta de la generación del 27 Pedro Salinas en el cementerio de Santa María Magdalena de Pazzis, en San Juan de Puerto Rico, observan que, tras la inscripción con su nombre y las fechas de su nacimiento y muerte, aparece más abajo en la misma lápida otro nombre: Carlos Marichal 1925-1969. ¿Quién es este personaje de apellido tan santacrucero y por qué descansan allí sus restos?

La guerra civil española trastocó el destino de muchos de nuestros conciudadanos, que se vieron obligados a exiliarse para encontrar nuevos destinos, fuera de España, en donde desarrollar una existencia libre.

Como dice J.M. Castellet en su Introducción a La Cultura bajo el franquismo. "Exiliados, encarcelados, depurados o represaliados la mayor parte de los intelectuales españoles, se trataba ahora de derribar el todavía endeble, pero no por ello menos notable, experimento cultural republicano. Había que liquidar instituciones y proyectos, del mismo modo que había que sustituir una política cultural de signo avanzado por otra netamente represiva y, más que conservadora, totalitaria". La emigración a la América hispana fue una emigración altamente selectiva. Así caracterizó aquel exilio americano un gran número de refugiados vinculados a las profesiones liberales, intelectuales y políticas.

Entre estos debemos mencionar a una figura nacida en nuestra isla y totalmente desconocida en esta su patria de origen. Nos referimos al pintor y diseñador Carlos Marichal, que desarrolló la mayor parte de su actividad vital y artística en Puerto Rico.

Nació en Santa Cruz de Tenerife el 24 de junio 1923. Era hijo de José López Marizatt y de Concepción Marichal y hermano del que más tarde fue el conocido intelectual y ensayista canario Juan Marichal. Pese a la tradición anticlerical de su familia, estudió en el Colegio de San Ildefonso de la capital. A los 11 años comienza a recibir clases de pintura de Francisco Bonnín. En 1935 la familia se traslada a Madrid, donde fallece su madre al poco tiempo, quedando los dos hermanos al cuidado de su tía Carmen y de su esposo el político socialista Domingo Pérez Trujillo.

Tras estallar la guerra civil se mudan a Valencia, donde estudia en el Instituto Blasco Ibáñez y elabora una revista a la que pone por título "La Guanchada". Tras las sucesivas derrotas republicanas, comienza un largo exilio que lo llevará a Lieja, París y Casablanca, ciudad en la que comienza a desarrollar su dotes de pintor. En 1941 se embarca junto con su hermano y sus tíos en el buque Quanza que trasportaba a muchos refugiados republicanos, entre ellos al ex-presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora.


Entre 1942 y 1944 estudia grabado, litografía y dibujo, entre otras materias, en la Escuela de Artes del Libro en México. También en esos años se relaciona con artistas exiliados españoles. El año siguiente comenzará a trabajar como dibujante para las campañas de alfabetización de los indígenas mexicanos que llevaba a cabo la Secretaría de educación. Ese mismo año inicia otra de las actividades en las que destacó pues trabajará como  escenógrafo para la compañía Les Comediants de France. Tras esto, elaborará diseños de escenografía y vestuario para teatro, ópera y ballet en el Palacio de Bellas Artes, tarea que desempeñará hasta principios de 1949. Viaja a Estados Unidos para visitar a su hermano Juan, que era profesor de la Johns Hopkins University, y que, casado con Solita, la hija de Pedro Salinas, acababa de tener su primer hijo.

Tras una breve estancia en Estados Unidos y Cuba, llega por fin a la que sería su patria de adopción, Puerto Rico, como profesor visitante y director técnico del Teatro Universitario, comenzando a diseñar escenografías para éste. Tras otra breve estancia en Estados Unidos regresa a Puerto Rico donde continúa con su actividad artística, que se plasma en el diseño de escenografías, y participa en exposiciones colectivas  al tiempo que imparte clases.

En diciembre conoce a la que será su esposa, Flavia Lugo, con quien contraerá matrimonio en agosto de 1951. Seguirá trabajando para la Universidad hasta que en 1953 renuncia para dedicarse a la actividad privada levantando la pequeña editorial Coyauco mientras continua con su labor de ilustrador y escenógrafo en la población de Yauco, a la que se habia trasladado a vivir. Colabora con el Instituto de Cultura Puertorriqueña en el diseño de libros y revistas, ilustraciones, montaje de exposiciones, diseño de museos y festivales de teatro. En 1957 recibe el primer premio en el Concurso de Artes Gráficas por el diseño del libro La Dragontea de Tomás Blanco.

En 1955 se integra de nuevo en la Universidad de Puerto Rico en el Departamento de Bellas artes de la Facultad de Humanidades. En 1960 presenta una exposición individual bajo el título de Diez años de diseño en el Museo de Historia, Antropología y Arte (MHAA) de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. En noviembre de 1963 presenta una exposición de dibujos y aguafuertes y en 1964 es nombrado Superintendente de la Imprenta de la Editorial del Departamento de Instrucción Pública donde diseñará un sinnúmero de libros para los programas escolares. En 1966 es contratado como profesor de dibujo de la Escuela de Artes Plásticas del ICP.


En 1967 cae enfermo pero continúa con su labor docente y artística, lo que le llevará a ser merecedor en diciembre de 1968 de un homenaje en el Museo de la Universidad de Puerto Rico, en el que se le denomina "padre de las artes gráficas de Puerto Rico". El 29 de diciembre de 1969 fallece tras una intervención quirúrgica. Tenía 46 años. Fue enterrado en la misma tumba de Pedro Salinas por decisión de la esposa de su hermano Juan, Solita Salinas, hija del poeta. Tras su fallecimiento se da su nombre a la Sala Experimental del Centro de Bellas Artes y se crea el “Premio Carlos Marichal para la Excelencia en Artes Gráficas” en la Universidad de Puerto Rico. Por último, en septiembre de 2004 se lleva a cabo en el MHAA una exposición antológica de toda su obra con el título de "Carlos Marichal. Poeta de la línea".

De Carlos Marichal escribió el también pintor español afincado en Puerto Rico Eugenio Fernández Granell que "inocencia e imaginación son, tal vez, las cualidades máximas de su condición personal como hombre social, y artística como hombre creador". Su hija Flavia Marichal Lugo, en el catálogo de la referida exposición antológica, afirma que su obra nos deja ver "al hombre íntegro, al prolífico artista, al amante esposo y padre, al soñador idealista, al creador incansable que sigue vivo, que sigue hablándonos a través de su obra. En él va la línea convertida en poema, celebrando el triunfo de la vida y el arte."

Este creador es, sin embargo,absolutamente desconocido en su tierra natal. Nunca pudo volver a las islas, aunque nunca las olvidó. ¿Para cuándo una exposición de su obra en Canarias? Sería un mínimo homenaje a uno de los más olvidados hijos de Tenerife.

NOTA: Quiero expresar mi más profundo agradecimiento a la señora Flavia Marichal Lugo, hija del artista, que me proporcionó todo el material que he utilizado para la redacción de este artículo. Sirva también para pedirle disculpas por la tardanza en escribirlo.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Recordemos El Álamo


El 6 de marzo de 1836, las tropas del general mejicano Santa Anna acabaron con la resistencia de sus defensores y consiguieron entrar en el fuerte de El Álamo, en el estado norteamericano de Texas. Este hecho ha sido magnificado por la historiografía estadounidense como un episodio más de la lucha por la independencia y por la configuración actual de su país. De esta derrota surge el grito de Sam Houston "Remember the Álamo" para animar a los soldados del ejército tejano.

Hasta nosotros han llegado los nombres anglosajones de Travis, Crockett o Bowie, convertidos en mitos que a través de la cinematografía se han universalizado. Pero, ¿fue así la historia? ¿En qué nos afecta a los canarios este asunto tan lejano?

Los acontecimientos a los que nos referimos sucedieron en la actual ciudad de San Antonio, en Texas, que antes se había denominado San Antonio de Béxar y, mucho antes, San Fernando de Béxar. Allí existían en tiempos de la colonización española una serie de misiones religiosas y algunos destacamentos militares encargados de vigilar la frontera norte del virreinato de Nueva España. Allí fue donde, en 1731, arribaron algunas familias procedentes de diversas islas de Canarias, sobre todo de Lanzarote. Fueron ubicadas allí con el fin de colonizar aquellas remotas tierras para la Corona española. Gentes de apellidos tan canarios como Leal, Curbelo, Perdomo, Santos o Cabrera se asentaron en aquella parte de América, donde fundaron la ciudad de San Fernando de Béxar y crearon las primeras instituciones civiles de gobierno de la zona.

El motivo de la presencia de canarios en aquel territorio, igual que en otros de Norteamérica como Luisiana o Florida, surge de lo que se ha dado en llamar el tributo de sangre. Los comerciantes canarios estaban autorizados a comerciar con América a cambio de que por cada cien toneladas de mercancías embarcadas se enviara a cinco familias de las islas. El profesor de la Universidad de La Laguna Manuel Hernández considera que no podemos hablar, como hasta ahora se ha hecho, de imposición de la monarquía española, sino de una norma impulsada por las propias élites dirigentes canarias con el fin de poder seguir comerciando con América, única excepción del monopolio de Sevilla. Según el profesor Hernández, ningún canario fue obligado a desplazarse al nuevo mundo y los que lo hicieron fue a cambio de poder iniciar una nueva vida, pues iban a ser dotados de tierras y, cosa importante en la época, del título de hidalgo lo que les permitiría disfrutar de los privilegios de la nobleza.

Un siglo más tarde, una vez producida la independencia de México, Texas se enfrentó con las tropas del general Santa Anna porque éste quería establecer una forma de gobierno centralista, que se oponía a los deseos federalistas de los tejanos. El enfrentamiento se produjo y aunque no todos los tejanos de San Antonio descendientes de aquellos canarios eran partidarios de la enemistad con México, había muchos que sí. Algunos se verían implicados en los acontecimientos bélicos que marcaron el inicio de la independencia del estado de la estrella solitaria.

Entre éstos últimos queremos destacar una figura muy particular. Se trata de Juan Nepomuceno Seguín, descendiente de canarios por vía de su madre María Josefa Becerra. Seguín tuvo un papel relevante en el sitio de El Álamo y en la posterior batalla de San Jacinto, que significó la derrota de las fuerzas mexicanas y el comienzo de la independencia. Al mando de la Compañía de Voluntarios de Texas, formada por tejanos de origen hispano, se unió a las fuerzas de Sam Houston. Pero cuando se produjo el asalto mexicano no se encontraba en El Álamo, ya que había sido enviado a buscar refuerzos para la defensa del fuerte.

Tras la batalla de San Jacinto, retornó a San Antonio, donde ofició la ceremonia fúnebre a los caídos de la fortaleza y dirigió unas palabras en español que figuran en el mausoleo de los defensores. En la película de 2004 El Álamo. La leyenda, el papel de Seguín es interpretado por Jordi Mollá.

Después de la independencia, según afirman C. Canales y D. Campbell, "quedó muy afectado por algunas secuelas de la Revolución. El abismo de odio e incomprensión que se había abierto entre la comunidad hispana, cada vez más minoritaria, y los anglosajones, cuya población crecía por una constante y arrolladora emigración procedente de los Estados Unidos, a la que se unió la llegada masiva de europeos, se hizo cada vez más difícil de cerrar". Así, tuvo que exiliarse en México y tardó años en regresar. Murió en ese país, pero sus restos reposan en el pueblo de Texas que lleva su nombre.

No fue el único de los descendientes de aquellos primeros canarios que se vio implicado en estos hechos. Podemos recordar la figura de Ambrosio Rodríguez, segundo teniente de la compañía de Seguín y descendiente de los primitivos Curbelo, llegados en 1731. También destacamos al isleño, Antonio Cruz Arocha que salvó su vida pues fue enviado por el coronel Travis a pedir auda a Sam Houston.

Todavía hoy en día los descendientes de aquellos canarios mantienen viva la memoria de sus antepasados, llegados hace 181 años. Como pueden ver, los canarios podemos también recordar, en alguna medida, El Álamo.

Nota: Quiero mostrar mi agradecimiento a la profesora Teresa de Juan, que me proporcionó la fotografía actual de la iglesia de El Álamo en San Antonio de Texas.


lunes, 26 de noviembre de 2012

El cáncer que un ayuntamiento no quiere curar

por Álvaro Santana Acuña

Hace ya algún tiempo, en una entrevista que le hice para loquepasaentenerife.com, lo presenté diciendo que “Una crítica voz trata de poner desde hace algún tiempo un poco de lucidez en el confuso panorama de la conservación del patrimonio histórico y cultural de La Laguna insistiendo sobre todo en la defensa de su patrimonio más humilde: las casas terreras”. Hoy en nuestra sección de Artistas invitados tengo el honor de publicar un artículo del joven historiador y sociólogo de la Universidad de Harvard, el lagunero Alvaro Santana Acuña a quien pueden seguir en su blog Observatorio del patrimonio.


Imagínese que, mañana por la mañana, usted se levanta y frente al espejo se descubre una pequeña mancha roja en el cuello. Una semana después la mancha no ha desaparecido y decide acudir al centro médico. El doctor le dice que no se preocupe. Aunque él sólo se limita a examinarle la piel y recetarle una pomada. Un par de días más tarde, la mancha desaparece. Pero debajo de la piel usted siente un bulto. Espera otra semana. El bulto crece y usted vuelve al doctor, quien le dice: “No es nada. Usted siga poniéndose la pomada”. Y como no tiene ninguna mancha en el cuello, a los cinco minutos, el doctor le manda para casa.

Transcurren dos meses y aún sigue untándose la pomada en el cuello. La mancha no ha reaparecido. Pero el bulto sigue creciendo. Al cabo de medio año, a usted se le informa que el bulto es en realidad un agresivo cáncer de cuello. El oncólogo le confiesa que, con suerte, le queda un año de vida y que su cáncer podría haberse parado a tiempo. ¿Qué pensaría usted del doctor que le recetó la pomada quitamanchas?

El ayuntamiento de La Laguna receta la misma pomada quitamanchas a los edificios del centro histórico de la ciudad. Su oficina de gestión del centro histórico, encabezada por la señora Cerrillos, actúa como un médico negligente: sólo le importa que la piel de su paciente no tenga manchas, es decir, que las fachadas de las casas, los jardines de las plazas y las calles adoquinadas estén bonitas e inmaculadas.

En realidad, como denuncio desde 1999 , a dicha oficina le importa muy poco, pero realmente muy poco, que un cáncer esté creciendo en el centro histórico. Si un ciudadano acude a la oficina de gestión para quejarse de un problema en su casa histórica, allí mismo le recetarán la pomada quitamanchas y le mandarán para su casa; como me sucedió en junio de 2008.

Antes de explicarles lo sucedido en 2008, mencionaré un caso más reciente, de junio de 2011. El artista Gervasio Arturo Cabrera pintó un mural en la puerta del garaje de la sala de arte Conca, situada en el número 21 de la plaza de la Concepción, o sea, en pleno centro histórico. La oficina de gestión denunció el mural como una infracción “grave” del plan especial de protección del centro histórico. Por tanto, el ayuntamiento ha abierto expediente al dueño de la Sala Conca.

Mi objetivo no es valorar la calidad artística del mural, sino demostrar que para la oficina de gestión del centro histórico el mural es una “mancha” sobre la que debe aplicarse la pomada quitamanchas. Lo que ocurre debajo de la mancha no le interesa; como me demostró en junio de 2008. En ese entonces, la oficina de gestión legalizó un verdadero atentado patrimonial: la intervención gravísima sobre los restos supervivientes de un callejón del siglo XVI. Para mayor vergüenza de la oficina de gestión, la entrada del callejón se encuentra a menos de treinta metros del mural de la Sala Conca, es decir, al otro lado de la plaza de la Concepción entre los números 3 y 4.


En un artículo publicado en junio de 2008 alerté del peligro de perder los restos del callejón del siglo XVI. Además expliqué su gran importancia histórica y elaboré una detallada propuesta para su recuperación. Pero nunca he contado lo más triste de aquellos días de junio: cómo me trataron en la oficina de gestión.

El lunes 16 de junio de 2008 me personé en dicha oficina para advertirles de que las obras de restauración del inmueble número 4 de la plaza de la Concepción ponían en riesgo los restos del callejón. Mi sorpresa fue mayúscula cuando la empleada (prefiero omitir su nombre y apellidos), la cual llevaba trabajando más de quince años, me miró incrédula y admitió que en la oficina desconocían la existencia de los restos.

Solicité una cita con la señora Cerrillos. La empleada me informó que sería imposible porque estaba de viaje. Así que me invitó a presentar un escrito. Al día siguiente, 17 de junio, le entregué en mano a dicha empleada una carta, material fotográfico antiguo y actual y también varias reproducciones de planos del centro histórico entre los siglos XVI y XIX. El dossier estaba dirigido a la señora Cerrillos y detallaba la enorme importancia histórica de los restos del callejón y cómo rescatarlos. Aún hoy, más de tres años después, no he recibido la respuesta oficial de la oficina.

Pero, el verano de 2008, la oficina sí permitió la continuación de las obras en el callejón y en el inmueble contiguo. Autorizó al dueño a agujerear el muro y colocar una puerta, detrás de la cual construyó una escalera que hoy, en 2011, ocupa el espacio de los restos del callejón del siglo XVI.

Lo realmente “grave” es que al tratarse de restos de un callejón que aparece perfectamente trazado en el plano de Torriani de 1588 (a la derecha de la letra T), la actuación negligente y delictuosa de la oficina violó claramente uno de los principios fundamentales de la declaración del centro histórico como Bien Cultural-Patrimonio de la Humanidad. Ese principio es el trazado urbano de la ciudad antigua que tiende a buscar la regularidad de las manzanas urbanizadas. Otra violación de comparable gravedad sucedió el año pasado, cuando la oficina “autorizó” la demolición del muro del callejón de Maquila y la alteración de su anchura. El de Maquila es también otro callejón del siglo XVI.

Sin embargo, según la oficina, el mural de la Sala Conca es el verdadero mal del centro histórico. (Como en su momento lo fue la escultura con forma de lata de sardinas emplazada en la calle Herradores para conmemorar el centenario de Oscar Domínguez.) Por desgracia, la Sala Conca es una de las pocas galerías de arte que existen en un centro histórico cada vez más controlado por franquicias y centros comerciales. El dueño de la Sala Conca no ha dañado el patrimonio histórico. El mural es una intervención reversible y temporal. Pero, las violaciones que la oficina hace de los principios de la declaración de la UNESCO son en algunos casos irreversibles; como la destrucción de más de diez casas terreras desde 2009.


La recuperación de los restos del callejón del siglo XVI, situados a treinta metros de la “mancha” mural, es posible. Así se lo expliqué el pasado febrero en una conferencia pública a la concejala de patrimonio. (Aún aguardo su respuesta oficial.)

La Laguna no puede permitirse otros cuatro años de pomada quitamanchas. La gestión de un centro histórico de más de quinientos años y patrimonio de toda la humanidad no puede recaer en manos de una sola persona, cuya gestión sigue atentando contra los principios de la declaración de Bien Cultural-Patrimonio de la Humanidad.

Como he venido defendiendo, el centro histórico lagunero necesita urgentemente la creación de un organismo autónomo y no monopolizado por el ayuntamiento que gestione el patrimonio de manera real y en beneficio de la ciudadanía.


lunes, 19 de noviembre de 2012

El mausoleo masónico de La Orotava


Uno de los lugares más atractivos de La Orotava es, sin lugar a dudas, el que conocemos con el nombre de Jardines Victoria o del Marquesado de la Quinta Roja. Están situados en pleno centro de la villa y se componen de un conjunto de siete terrazas escalonadas adornadas por fuentes, plantas y caminos rematados en su parte superior por un pequeño edificio de mármol blanco. Si nos acercamos podremos distinguir una construcción prismática de esquinas achaflanadas decorada con columnas corintias adosadas, una puerta de metal negro en la que se ha calado una representación del árbol de la vida, una corona y la letra griega omega. En el dintel de la puerta un nombre: Diego Ponte del Castillo. Encima de éste tres coronas funerarias y más arriba aún un escudo nobiliario.

Sorprende la existencia de un monumento a todas luces funerario en el centro del casco urbano de La Orotava. Para entender los misterios que encierra este conjunto patrimonial hay que conocer los hechos que condujeron a su construcción.

Diego Ponte, a quien vemos en una fotografía de Belza,  nació en 1840 y era hijo de una de las familias más nobles y acaudaladas de la isla de Tenerife. Ostentaba el título de marqués de la Quinta Roja y era, además, un conspicuo miembro de la Logia Masónica Taoro, de la que llegó a ser Venerable Maestro. Por su condición de masón mantuvo frecuentes discusiones con los clérigos de su época, lo que hizo que, tras su fallecimiento en 1880, se le negara el enterramiento en el cementerio católico de la villa. Su madre, Sebastiana del Castillo, encargó como desagravio la construcción de este conjunto en una de sus fincas.

A través del médico y botánico palmero Víctor Pérez González se puso en contacto con el arquitecto francés Adolphe Coquet, asimismo masón, y le encargó el mausoleo. Éste, que fue diseñado y esculpido en Lyon, estaba ya levantado en su lugar en 1882, aunque hasta 1884 no se finalizaron los trabajos completamente.


La primera imagen que tenemos de los jardines es un grabado que data de 1888 y que se publicó en La Ilustración Española y Americana con motivo de una exposición de jardinería celebrada en La Orotava. En esta imagen apreciamos, igual que en otra fotografía antigua, la existencia de un templete rematado por una cruz céltica que coronaba el pequeño edificio y que hoy no existe.

El edificio no fue jamás utilizado como tumba, pues previamente se solventaron los problemas con la Iglesia. Pero hasta nuestros días se ha mantenido vivo el debate acerca de la simbología masónica que pueden encerrar tanto esta estructura como los jardines.

En la descripción que aparece en la resolución de 2003 del Gobierno de Canarias por la que se incoa expediente de declaración de BIC, se dice que "los Jardines Victoria constituyen un ejemplo singular de jardín simbólico, único en Canarias y España" y se hace una pormenorizada relación de los elementos simbólicos que se hallan en el recinto. Se ha llegado a hablar de los jardines como una síntesis cultural y se han identificado las siete terrazas con los chakras de energía de la tradición india.

El profesor de la ULL y posiblemente el mejor experto en temas masónicos de Canarias, Manuel de Paz, cree que el panteón diseñado por Coquet sí tiene carácter masónico, pero no los jardines. Según De Paz, este hecho se puede apreciar en la presencia de las columnas del grado 18 del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, así como de la escalera misteriosa y otros elementos destacados del grado 30 o Caballero Kadosch, y la cruz céltica que coronaba el monumento perteneciente al mismo rito.

No obstante, en el año 2005 José Manuel Rodríguez Maza y Nicolás González Lemus niegan en el libro Masonería e intolerancia en Canarias: el caso del marquesado de la Quinta Roja el carácter masónico tanto de los jardines como del panteón. Para los autores, apoyándose en fuentes documentales inéditas, no estuvo nunca en la mente de la madre del marqués levantar un mausoleo de simbología masónica, sino una tumba en la que fuera enterrada su familia.

El debate continúa abierto. En el centro de La Orotava sigue en pie un monumento que no sabemos a ciencia cierta qué significado último posee, pero que constituye un emblema del enorme poder de las familias nobles en la sociedad canaria a lo largo de nuestra historia y de la presencia de la masonería en nuestra isla.

ADDENDA:



Un grupo de jóvenes en camino hacia Aguamansa pararon el 27 de julio 1928 para hacerse una foto en los Jardines Victoria en la Villa de La Orotava. En ella podemos apreciar el templete funerario que aún conservaba la cruz céltica desaparecida. Fotografía de la colección de Rafael Llanos Penedo, a quien agradecemos que nos permita publicarla aquí.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Los muelles carboneros de Valleseco

por Melchor Padilla


En el puerto de Santa Cruz cerca de la entrada al barrio de Valleseco podemos observar unas antiguas estructuras portuarias. Se trata de un conjunto formado por dos espigones, uno de unos 70 metros de longitud y el otro de unos 80 metros, y dos naves que en la actualidad están ocupadas por la Federación Insular de Vela de de Tenerife. Al otro lado de la carretera de San Andrés podemos ver también las ruinas de unos viejos almacenes y otras dependencias cerca del puente de la antigua carretera.

Todos estos elementos están relacionados con una de las actividades portuarias más importantes del archipiélago desde mediados del siglo XIX hasta la aparición de los motores de combustión interna en el siglo XX: el aprovisionamiento de carbón para los buques de línea que surcaban el Atlántico. Estos barcos precisaban carbonear de manera regular para lo que hacían escala en puertos situados de manera estratégica.

Para ello, las islas Canarias se encontraban en una situación intercontinental privilegiada, a lo que hay que añadir su condición de puerto franco y la existencia a partir de 1880 de una aceptable infraestructura portuaria tanto en Las Palmas de Gran Canaria como en Santa Cruz de Tenerife. Por todo ello, las principales compañías navieras eligieron este archipiélago para el aprovisionamiento de sus flotas.

El carbón procedía sobre todo de Gales, en el Reino Unido, por lo que no es de extrañar que fueran británicas muchas de las firmas que se dedicaron a este negocio en Canarias. La primera que se asentó en Tenerife fue la compañía Bruce, Hamilton, Davidson, Lebrun & Co. a partir de 1850. Ubicada en lo que hoy sería el muelle de Ribera, se tuvo que trasladar a Valleseco en 1876. Los depósitos de carbón para el suministro de escala se multiplicaron pronto: así se desarrollaron las casas carboneras de Ghirlanda, Davidson, Croft y varias más.

En el Puerto de Santa Cruz de Tenerife se constata la existencia, a finales del siglo XIX, de tres firmas dedicadas a la importación y suministro de carbón. Hamilton and Co., George Davidson y Ghirlanda Hnos. La primera era la más importante de las tres, y tal vez la carbonera más antigua de las islas. Otra de las más importantes fue Cory Brothers, instalada en 1862, que era la mayor compañía exportadora de carbón del sur de Gales. En 1913 disponía de 80 estaciones de carboneo en todo el mundo. En Tenerife estuvo asociada con Hamilton entre 1884 y 1909, fecha en la que debió instalarse por su cuenta.

En la actualidad han sobrevivido el muelle de Carbones de Tenerife y las instalaciones de Cory. De esta última empresa quedan en pie dos naves de las tres originales, el muelle de piedra y madera, que todavía conserva parte de los raíles por donde discurrían las vagonetas del carbón, y las grúas que servían para cargarlo en barcazas, que eran remolcadas por un pequeño vapor hasta acercarlas a los navíos donde eran descargadas. En una antigua fotografía de los muelles de Valleseco se puede apreciar en el muelle de Cory una de estas grúas de vapor similar a la que se encuentra hoy en día expuesta delante de la Escuela de Náutica. Todo el conjunto presenta un alto grado de deterioro: hay raíles doblados o arrancados, faltan tablas en el suelo que hacen peligroso caminar por su superficie y hay basuras en las pocetas.

En 1990, mediante una Resolución de la Dirección General de Cultura, se procedió "a la incoación de expediente para la declaración del conjunto de muelles, almacenes, varaderos, puente del barranco y playa de Valleseco como Bien de Interés Cultural, en la categoría de sitio histórico". Según la misma Resolución se trataba de "un hito insustituible representativo del patrimonio industrial que merece un alto aprecio a los ciudadanos".

Sin embargo, el expediente se paralizó y nunca fue declarado BIC el conjunto al que hacemos referencia. Pese a lo que creen los vecinos de Valleseco, no existe o no hemos podido hallar ningún documento oficial que acredite esta condición. Intereses ligados al desarrollo del puerto, fundamentalmente la construcción de la vía de servicio, paralizaron esta declaración, por lo que los elementos a proteger que quedaban como parte del escaso patrimonio antiguo del puerto de Santa Cruz sufrieron las obras de la vía del puerto. Éstas acabaron con una de las carboneras, ocasionaron el derribo de una de las tres naves de Cory y enterraron bajo los escombros la mitad de la playa.

De los antiguos almacenes y salas de maquinaria sólo podemos contemplar hoy en día ruinas, pues no quedan más que las paredes: como si la ciudad se avergonzara de su desidia, aparecen cubiertas por vallas publicitarias que las ocultan de nuestra vista. En fechas recientes, el Cabildo, por fin, elevó al Gobierno de Canarias el expediente definitivo para que se pueda incluir al conjunto de muelles, varaderos, almacenes y puente de Valleseco, como BIC con la categoría de Sitio Histórico.

En 2006 se convocó un concurso de ideas para la ordenación del área funcional de Valleseco que fue adjudicado al proyecto denominado Sol y Sombra de los arquitectos Joaquín Casariego y Elsa Guerra, debido a que, según el jurado, "consigue la recuperación de la naturaleza de la costa preexistente al proponer el mantenimiento de las dos formas más representativas del litoral canario, como son una playa de barranco y una rasa costera típica generando, además, un espacio social de calidad que responde al sentir y al deseo general de la ciudadanía". No obstante, en este proyecto ha primado el interés por la playa, quedando los muelles alejados del mar.

Sería urgente que el gobierno canario resolviera la declaración de BIC de estos interesantes exponentes de nuestro pasado industrial. Como dijo una vez el político francés Eduard Herriot, "el valor de una civilización no sólo se mide por lo que sabe crear, sino por lo que es capaz de conservar".