por Carlos García
El viernes 3 de julio, tuvo lugar en el Teatro Leal de La Laguna el acto de la presentación del Pregón de la Romería de San Benito Abad que este año no se celebrará por la situación sanitaria que ha provocado la pandemia de la Covid19. Actuó como pregonero nuestro amigo y colaborador habitual de este blog Carlos García, médico e investigador del folklore y la historia de nuestras islas. Por su interés lo reproducimos integramente.
Dignísimas autoridades, señoras y señores, laguneros todos....
La plaga de Justiniano, epidemia que asoló el imperio bizantino entre los años
541 y 543, afectando duramente a Constantinopla, ocasionó a nivel mundial
pérdidas humanas calculadas entre 25 y 50 millones de personas. Fue una
epidemia de peste bubónica considerada de las mayores de la historia de la
humanidad.
La misma peste negra, la bubónica, causo pavor en el siglo XIV matando entre
45 y 70 millones de personas en el planeta, diezmando literalmente al
continente europeo.
En el siglo XX, recién finalizada la Primera Guerra Mundial, la llamada gripe española, se cobró cerca de 100 millones de víctimas mortales.
Han transcurrido cuatro generaciones para que otra grave epidemia nos afecte
en la actualidad. Un nuevo coronavirus fue descubierto en China a finales de
2019, que ha causado un brote pandémico, conocido como Covid-19, así declarado
el pasado 11 de marzo de 2020 por la Organización Mundial de la Salud, una
enfermedad que se ha extendido por todo el planeta, con casi 9,5 millones de
seres infectados y acercándose a 500.000 fallecidos.
Por esta situación este año los laguneros tendremos una Romería de San Benito
diferente y especial que marcará una impronta en su largo devenir histórico;
será la romería del confinamiento. Y a mí me ha tocado ser el pregonero de las
fiestas, por lo que estoy muy agradecido por la invitación recibida del
Ayuntamiento, sintiéndome muy honrado y feliz por estar ante ustedes, los
pregonados, haciendo alusiones relativas al entorno que nos concita hoy, una
de las grandes fiestas de San Cristóbal de La Laguna, la ciudad de Aguere,
antigua capital de la isla, Atenas del Archipiélago, que junto con las del Santísimo Cristo y la del
Corpus, conforman las fiestas mayores de la ciudad.
Decir que proyectaré algunas fotografías antiguas, cedidas por Gerardo Guerra
y por Antonio Barbero, a los que agradezco su generosidad, que irán mostrándose a lo largo del pregón y de las que podrán disfrutar
todos ustedes.
En estas islas sabemos mucho de epidemias y de su impacto ciudadano a lo largo
de la historia. Desde los años de la conquista, existen noticias de la epidemia que afecto gravemente a los primeros
habitantes: la modorra de los guanches; esta enfermedad ocasionó múltiples
pérdidas humanas en los menceyatos de Taoro, Tacoronte y Tegueste.
En el temprano año de 1506 la
incipiente ciudad de La Laguna se ve afectada por una pestilencia que obligó a
imponer medidas de cambios de residencias entre los vecinos que vivían en
casas infectadas, trasladándolos a la zona de Geneto, limitando por parte del Cabildo la llegada de buques a puerto.
Pero es en 1572 cuando Aguere sufre de una epidemia grave de peste de Landres,
proveniente de unos tapices orientales introducidos en la isla que llegaron
desde Flandes para las fiestas del Corpus. Por ese motivo los vecinos
infectados fueron alojados en la
zona debajo de la ermita de San Cristóbal, y de "quitar los hijos de los pechos de las madres y llevarlos ausentes dellas a
poner en degredo y partes apartadas", enterrando los cadáveres en
el lugar del Llano de los Molinos, dada la saturación de entierros en las
iglesias, inhumando cercad de 2.000 cadáveres en una huerta al lado de la
ermita. Se calculan entre 6 y 7.000 las victimas totales, más de la mitad de
la población de Santa Cruz y La Laguna juntas.
Muchos habitantes laguneros abandonaron la ciudad y se trasladaron a la zona
costera de Tejina y del Sauzal.
Se pusieron acciones de contención, como un cordón sanitario, para prevenir
los contagios entre Santa Cruz y su puerto y la Laguna, con penas de castigos
a base de latigazos o de condenas de muerte a los infractores.
Finalmente se construyó una nueva ermita en honor de San Juan Bautista y un
campo santo de los muertos.
En 1648 sucedió en nuestra ciudad otro ataque epidémico, y esta vez, la peste
negra, conmovió al vecindario al producirse un hecho singular en el templo de
la Concepción, en un cuadro al óleo que representaba a San Juan Bautista, que
sudó durante cuarenta días y que vino a considerarse un hecho milagroso que mantuvo a raya la peste.
Por tanto, la peste negra, o de Landres, o bubónica, fue una vieja conocida
entre nuestros antepasados, que describieron los historiadores y cronistas
desde Fray Alonso de Espinosa.
Epidemias de fiebre amarilla, de viruelas o de tabardillo afectaron a Tenerife
en diversas épocas, debiendo utilizarse distintas ermitas para dar sepultura a
las victimas, y alojar a los enfermos en los tres hospitales de los que gozaba
Santa Cruz, el de Nuestra Señora de los Desamparados, el de San Carlos y el
Hospital Militar, construyéndose el cementerio de San Rafael y San Roque, en
1811, para dar cabida a los enterramientos.
La Laguna sufrió numerosos fallecimientos y contagiados, hasta el punto de no
poder sacar procesiones de las iglesias y realizar enterramientos de dos en
dos, como nos recuerda Ana Mª Díaz Pérez y Juan de la Fuente Perdomo en su
obra , "Estudios de las grandes epidemias de Tenerife".
En la Laguna se contaba ya en 1517 con tres establecimiento sanitarios: el
hospital de Nuestra Señora de la Antigua, el de San Sebastián y el de Nuestra
Señora de los Dolores, alguno de los cuales fueron utilizados para dar cobijo
a los infectados por las enfermedades.
En 1780 un nuevo brote de viruelas afectó gravemente a la ciudad,
extendiéndose con tanta rapidez que solo en un mes, el médico Carlos Yánez,
tenía más de mil enfermos que atender.
Los centros sanitarios tenían la función, lo mismo que los médicos
asalariados, de dar una cobertura de Sanidad Pública, con gran influencia
social; eran profesionales contratados por el Cabildo para la atención
benéfica de los enfermos, no solo sanitaria sino de asistencia a los más
pobres y necesitados.
Desde antiguo se repite la historia. Es la Sanidad Pública, igual que hoy, la
que da respuesta a las graves afectaciones de la salud. Ejemplo a mantener.
Y cambiamos a cuestiones más festivas.
En relación con el tema de los hospitales, tuvo fama popular un trabajador del
Hospital de Dolores, José Abreu, por todos conocido como "el médico feo", que
realizaba diversas funciones en el mismo: conserje, cuidador, limpiador y
alguna que otra labor sanitaria. Muy dado a recitar coplas, improvisaba versos
de cualquier circunstancia. En un juicio que se le celebró le respondió al
juez sobre su identidad:
"Unos me llaman José
Y otros me llaman
Abreu
Y otros, yo no sé por
qué
Me llaman "el
médico feo"
Y a las monjas del hospital, que le obligaban a barrer el recinto o a rezar
junto a ellas en la iglesia, ante la demanda de la superiora le contestó:
"
Yo señora, no soy vago
y me
gusta trabajar
pero
barrer y rezar
eso sí que no lo hago".
Y parte de su biografía se describe por él mismo:
" Primero fui zapatero
y después
compré un billar
y hoy me
encuentro de portero
en este santo
hospital".
Recordamos a Domingo "el cegato",
con su capa militar al hombro,
sombrero, largo bastón y gran barba, frecuentando la Plaza de la Junta
Suprema.
A Panchito, forofo del Club de fútbol Hespérides como nadie:
"Lagunero santurrón
tu gritarás con Panchito
Anímate Hesperidito
que tú serás campeón"
Y a su padre, Marcos "el cojo", guía de turistas radicado en la puerta del Hotel Aguere; y a Lorenza pelada al rape con su cachimba, implorando " "una limosnita por el amor de Dios, mi
niño"; a "Ya te cale´"; a Rafael
"el loco", redondo como un barril y sus medallas colgadas al pecho, cojeando
pero marcando el paso en los desfiles junto a las bandas que acompañaban a en
las fiestas; a Daniel "el huevudo" otro gran aficionado al vino al que de broma un ventero le dio un vaso de vinagre macho diciéndole que era de vino y tras un solo
trago le respondió:
"véndelo pronto porque se está picando un poco";
A Jeromito, que junto con el
"General Fagón", conformaban un trío peculiar sentados casi siempre en los
bancos de la Catedral. Este último, cada vez que se cruzaba con don Anatolio
Fuentes, ilustre general radicado en la Villa de Abajo, y para poderse tomar
unas cuartitas de vino, se le cuadraba y le decía :
"Mi general, de general a general
¿ por qué no presta cinco duros?"
Y aquel le respondía:
"No faltaría más, mi general
un préstamo entre
compañeros
no se puede negar"
Y no olvido a Panduro con su "falta de ignorancia"; a Clementoria; a
Cambalalucha y tantos otros.
Cuantas anécdotas e historias contadas por Luis Álvarez Cruz, por Leocadio
Machado y tantos más.
Me gusta visualizarlos en el contexto festivo de la romería; creo que
imaginarlosnos trae a la
consideración, una
serie de elementos añadidos al
jolgorio, a la diversión, al divertimento ciudadano de una ciudad que también
aporta personajes peculiares, cultivados, pero llenos de socarronería, que dejaron huella en la
intrahistoria lagunera; tales como José Alayón, barbero y sacristán; al
maestro Fariña, con su vocablos al
vesre; a poetas como Verdugo; a
Juan Penedo con sus coñas y salidas de tono; a Manuel Osuna; a Nijota; Gil
Roldán; López Ruiz; Ramón González de Mesa; José Oliva, frecuentadores
perpetuos de las tertulias de
las viejas tabernas laguneras, de las ventas como la de Tomás el pequeño, la
capilla de San Juan Bautista, la de Antonio "Cambica", la de Antonino "el
Cuijo", la de Antonio "el matancero", la de La Frangolla, la de "Serapio", el
Café Central, la de "Maquila" y, como no "la Oficina":
"¿Quieres clínicas de urgencias?
aquí está la de Tomás
Si te parece mezquina
existen más por fortuna.
En esta triste Laguna
Hay ventas en cada esquina"
Fueron aquellos intelectuales y
liberales que se mezclaban con los nobles, y con los canónigos en una
variopinta mezcolanza que, reunidos en peñas, reboticas y barberías, departían de historias, anécdotas, vivencias y de todo lo que acontecía en la ciudad, manteniendo vivo el patrimonio
lagunero
Esta ciudad de La Laguna, ciudad muy principal, antigua y vetusta, con sus
casonas palaciegas y sus jardines detrás de los altos muros, de frecuentes
lluvias y verodes en los rojizos tejados, donde suenan campanas cada hora, fue
lugar de gran poder e importancia al ser la sede de la capital insular, con
funciones administrativas, políticas y burocráticas, junto con las
episcopales, sin olvidar las culturales.
Ciudad tan peculiar que mantiene
el nombre de su bautizo, el que le dio la laguna de agua que la conformaba, la
que desapareció, secándose hace mucho tiempo y que referenció en un copla
Antonio Ribot, que fue secretario del Gobierno Civil, buen escritor y
novelista y que denominaba "sinapismos" y que nos recuerda Gilberto Alemán:
Naranjeros sin naranjos
y sin sauces, El Sauzal
una Laguna sin agua
¡que tierra tan singular¡
Tiene una fiesta que se remonta
a 1532 cuando, a decir de Núñez de la Peña, al perderse los sembrados tras una
larga sequía, otra de las "epidemias", no solo las sanitarias, que hemos
sufrido secularmente por estas tierras, fue elegido por el Gremio de los
Labradores de la comarca, el fundador de la orden benedictina, Benito de
Nurcia, como patrono y abogado para mitigar la sed de los campos, elección
ratificada por el Cabildo el 11 de junio de 1540 en sus Ordenanzas, señalando
tres días de celebración como ya es sabido por todos: el 1 de marzo día de su
santo, el segundo de Pascua de Pentecostés, cuando salió en suertes, y el 11
de julio día de su romería.
Pero hay que situar a la ermita
que lleva su nombre. Levantada en el camino que sale de la Laguna hacia la
zona norte, se fecha su fundación aquel mismo año de 1532 tras la edificación
de la ermita de Gracia que fue anterior. No obstante, no hay acuerdo histórico
para creer que existía antes de ser nombrado San Benito como abogado y patrono
de los campesinos, puesto que la esposa del II Adelantado, Inés de Herrera,
consigna en su testamento de 1535, una cantidad económica para su fábrica; y
en su propio libro de fábrica,
que comienza en 1777 hasta 1819, no nos sirve en esta certeza, como bien alude María Jesús Riquelme en su trabajo sobre
distintas ermitas de La Laguna. No obstante los estudios de Pedro Tarquis nos informan de que en 1554 había concluido la
obra con el altar a San Bernabé, día en que se realizó el sorteo de elección
del santo, habiéndose reparada las paredes y sus cimientos, en 1640, por
encontrarse amenazada por ruina.
De aspecto rectangular, con fachada cuadrada, simple y con puerta
principal enmarcada por arco de
cantería roja, tejado a dos aguas en la nave y de cuatro en la capilla, es de
amplias dimensiones. Una pequeña espadaña se levanta en lo alto. Su techo,
dice la tradición, fue fabricado con la madera de un solo pino con artesonado
típico en las construcciones canarias y posee un púlpito en el lado izquierdo
de la nave, añadido en fecha más moderna, después de 1819. En el retablo mayor
aparece la escultura de San Benito, titular del templo, cuya existencia aparece reflejada en 1777 sin conocer su
procedencia ni la fecha de su llegada, estimándose esta a finales del siglo
XVII. Tampoco conocemos que imagen presidía la ermita hasta la llegada de la
actual.
La imagen de vestir, que parece barroca, tiene 1,2 metros de altura, y su mano derecha un cáliz con la sierpe y el
veneno y en la izquierda el báculo. A la derecha aparece un cuervo con un pan
en el pico. Ocupa el nicho central del retablo mayor.
Durante su historia la edificación sirvió como alojamiento de personas que
huyeron de Santa Cruz en la
epidemia de fiebre amarilla de 1862; más tarde, en 1898, se destinó como
alojamiento militar y fue ocupada por soldados de caballería que la
convirtieron en cuadra de caballos, sufriendo un gran deterioro.
Se encuentra una temprana referencia, en la Tazmía de 1592, a la "Calle de San Benito
con sus traviesas", en la Villa
de Arriba, también descrita como
calle que sale de la
Concepción al camino, lo que fue
la calle Empedrada, que iba desde
la vieja
plaza de la Antigua o Santa María la Mayor, la actual Plaza Dr. Olivera,
hasta San Benito. La habitaban 134 personas, con 23 vecinos entre ellos un
tonelero, un rolero y un pescador. Entre sus casas la de las Beatas Alcorrea y
la de Malgarida Silvera.
Antiguamente
se denominaban romeros a los que iban a Roma, de donde deriva luego el
término ir en romería .De igual modo, a los que acudían a Santiago de
Compostela, se les denominaba peregrinos, e incluso a los que caminaban
rumbo a la ciudad santa de Jerusalén se les llamaba palmeros. Por tanto el viaje que se hace a una ermita o santuario para agradecer
favores a un santo o a una virgen, casi siempre patrones de la zona, se
conoce como romería.
En plena primavera, al comienzo del verano, tiempo de recogida de las
cosechas, las comunidades rurales acostumbran realizar fiestas que
fundamentalmente mantienen un predominio lúdico, aunque sin olvidar el
substrato religioso que gira en torno al agradecimiento de algún santo o
devoción, y sobre el que se basan una serie de ritos y manifestaciones
folklóricas.
Así por ejemplo en la primera veintena de siglo, la fiesta de San Benito
ofrecía en la noche de su víspera la aparición de un pequeño desfile que se
realizaba desde la propia plaza de la ermita con la aparición de una pareja
de gigantes hechos de cañas y papel, de los que salían, como escupidos,
cohetes y fuegos de artificios de sus pechos o brazos, cohetes que
confeccionaba Cho Juan “el foguetero”, aquel que tenía su taller artesanal
en la calle del Adelantado, en pleno barrio. Se hacían carreras de sortijas en bicicletas, con las que se obtenían las
preciadas cintas de colores; se montaban en la pequeña plaza ventorrillos,
puestos de turroneras, juegos de ruletas, y los chiquillos corrían que eran
la admiración de todos, chicos y grandes; y por supuesto se hacía lo más
importante de la fiesta que era la procesión, y los chiquillos corrían,
calle Empedrada arriba, para llegar a tiempo de atrapar alguno de los
terrones de azúcar que se tiraban al aire, alrededor de la ermita, mientras
el santo volvía a meterse en el interior.
Pero la romería que actualmente conocemos comienza en 1947, año que concreta
Julio Torres con acierto, borrando los errores anteriores, cometidos por
muchos de nosotros, que la
databan un año después.
Es por tanto, una celebración
festiva que tiene su origen en una sociedad rural, en una sociedad
labradora, en este caso de La Laguna, que es la receptora y propagadora de
una supervivencia, del mantenimiento de algunas tradiciones del pasado.
Porque casi siempre el estrato popular de la población, mucho más que el
aristocrático o el acomodado, es el verdadero caldo de cultivo donde
germina y crece, donde se conservan todas las manifestaciones
tradicionales y folklóricas de un sector. De aquí es de donde, probablemente, derive la estructura que hoy conocemos
de la romería, constituyendo un cortejo popular, con las carretas, como
viejos medios de transportes, con las parrandas, o grupos de romeros que
caminan hacia la ermita cantando y divirtiéndose como corresponde a un día
de fiesta, vestidos a la usanza tradicional, haciendo uso de la gastronomía
local, y acompañándose de sus ganados en pos de obtener un beneficio
sobrenatural del santo patrón o para pagar una promesa de algo
recibido.
El primer presidente de la comisión de fiestas, nos cuenta Julio, fue Virgilio Martín, que envío en su nombre y por mediación de Antonio
Hernández Arrón, su secretario, un escrito al Gobernador Civil pidiendo
permiso para celebrar las
fiestas y romería en 1947, además de solicitar un donativo al Ayuntamiento que
no se concedió.
Empezó siendo una humilde romería que solo recorría los alrededores de la
ermita y que hoy se extiende a toda la ciudad. La primera comisión de fiestas la componía, además de los dos nombrados, los
hermanos Pastor y Esteban Hernández Arrón, Ángel Álvarez, panadero, José
Cañizares y Manuel Hernández.
La primera de todas consistió en agrupar a la Danza de San Diego, la de San
Benito, la danza de Pedro Álvarez junto con su barco y campesinos vestidos de
marineros, otro barco de San Diego, y una parranda de vecinos del barrio con
unas 30-40 yuntas de ganado, propiedad de
los propios don Virgilio, don
Cándido, don Cirilo Hernández, mayordomo de la ermita y otros ganaderos y
campesinos del lugar. Abría la comitiva la Cruz Alzada de la Concepción y la
imagen de San Benito fue llevada a hombros.
Las calles se engalanaron de pétalos de flores, con alfombras de hojas verdes y
girasoles, y los estallidos de los cohetes se confundían con el bullicio,
gritos y ajijides de los habitantes del barrio y los de la villa de arriba
que acudían a la fiesta.
Un año después, en 1948, aparecen las primeras cinco carretas engalanadas, y el Ayuntamiento dona 300 pesetas por intercesión del Obispo Pérez Cáceres, quién anima a la comisión a pasear por toda la ciudad y se ofrece para la bendición de los animales; una rondalla del Barrio, otra de Taco y una de la Punta del Hidalgo animan la comitiva. Aparece incluso la colaboración de doña Luisa Machado que formó parte de la organización, y que personalmente participó en las obras de teatro tradicional que hacía junto a Ángel Álvarez, en sus memorables recreaciones de diálogos campesinos, en el papel de Seña Rita o Mariquilla. Todas estas personas, laguneros de bien, son los verdaderos protagonistas y los que sacan a la calle la romería entendida como la actual en los años siguientes. Se reunían, a decir de Eliseo Izquierdo, en El Comercio, tienda de ultramarinos, propiedad de Don Cirilo en la parte alta del barrio.
La participación fue aumento con el devenir de los años, añadiéndose carretas,
rebaños de ganados, parrandas de música, apareciendo su primer programa
festero en 1950, con aportaciones del Orfeón La Paz y el Casino, donando 1.000
pesetas el Ayuntamiento para tal fin.
Y es en 1956 cuando se produce un salto cualitativo en la Romería con una
participación cuantiosa de rondallas, diversos animales como camellos, burros,
rebaños de ovejas y cabras, barcos, danzas y hasta 29 carretas, con la
presencia de siete señoritas representando a todo el archipiélago.
Tras el éxito de la primera romería, que sirvió a modo de ensayo y como
precedente del regocijo vivido por los habitantes de la Villa de Arriba, no
fue posible dejar de organizarla en años venideros, hasta el punto de ir
ganando cada año en categoría e importancia, pasando de una fiesta de barrio
a romería insular y más tarde a regional. En aras de enaltecer esta fiesta popular, fiesta de un barrio en las
afueras del casco urbano, los promotores tuvieron la feliz idea de recabar
ayuda a las familias nobles de La Laguna, incluyendo en los primeros momentos a hijas de aquellas para que
formaran parte como Romeras Mayores, idea afortunada para el patrocinio
económico que necesitaba el evento. Así, una de las primeras familias
laguneras que acudieron en ayuda de los organizadores fue la se
Monteverde-Ascanio, sumándose pronto otras de gran abolengo y
solera. Lo mismo ocurrió con don Manuel Cerviá Cabrera, Magistrado
del Tribunal Supremo, hijo de Tenerife, que aportó ayudas inestimables a
la romería lagunera, motivo por el que ostentó la Presidencia de Honor de la misma.
Este auge propició que, unos años después, se incorporaran agrupaciones
musicales de todas las islas que motivó calificar a la romería de Regional, en
1959, la única de toda Canarias.
Deseo referirme a la
aparición temprana en la romería al grupo de baile de las cintas, que lleva
el nombre de San Diego, y que he conocido por uno de sus actuales danzantes que ese baile data de muy viejo, ya que
según el informante, lo bailaba su padre y su abuelo y sin duda fue la
primera danza en salir en la festividad de San Benito. No conocemos el
origen del baile pero parece ser una promesa a San Benito lo que motivó la
constitución de un grupo de devotos de la zona de San Diego para organizar
un baile de las cintas. Comenzaron a bailarla los hombres y siempre ha
sido tradición que las mujeres no danzaran, aunque en alguna ocasión, y por
ausencia masculina, han sido ellas las danzantes. Este grupo no lleva
sino tamborilero y chácaras o castañuelas, no apareciendo la flauta, y
ejecutan básicamente el ritmo de tajaraste, que es el único que se toca en
la procesión del santo, aunque también tienen otros toques distintos como
pasodoble y la isa, desde luego de procedencia mas moderna. Se compone el
baile de unos 12 danzantes, aunque también pueden ser más, y la indumentaria
consiste en pantalón azul con una cinta roja a los lados, camisa blanca y
lonas, y el escudo de San Diego en el lado izquierdo de la camisa.
¡Cuantas coplas populares se conocen alusivas a esta tradición festiva y
lagunera¡ ....unas son de
autoría popular y otras de diferentes autores. Hoy quiero recordar alguna de
ellas, personales, para que sirvan de expresión y recuerdo a nuestra fiesta
folklórica por excelencia
Es villero San Isidro
San Benito lagunero
Y San Pedro es del Sauzal
San Bartolo tejinero
Es día de San Benito
romería lagunera
hoy florecen más los valles
y espigan las sementeras
Viva Dios, Viva la Virgen
y San Benito Patrón
que hoy es día de romería
¡Viva la Fiesta Mayor¡
En la calle los magos
de romería
van cantando saltonas
con alegría.
Muchas carretas
y San Benito bailando
por La Carrera
Para la romería
muy de mañana
paseando en carreta
vas de parranda
¡es San Benito¡
pasa sonando una esquila
muy despacito
Pregonar es publicar en voz alta una cosa para dar noticia de ello a todos,
pero también es alabar en público los hechos o cualidades de un lugar, de un
pueblo o una ciudad. Eso es lo que he intentado hacer hoy, pregonar estas
antiguas, estas centenarias fiestas de la Romería de San Benito.
Termino expresando el interés que todos debemos mostrar por evitar que
nuestras fiestas tradicionales desaparezcan. La revitalización y el
robustecimiento de ellas es primordial, sin querer aferrarnos al pasado e
intentar copiar lo que se hacía antes, lo que se hacía de viejo. Sin olvidar nuestras raíces, nuestro entronque primitivo,
conociendo de donde provienen nuestras fiestas populares, debemos apostar
por nuevas aportaciones, introduciendo ideas novedosas y
modernas, para que la fiesta evolucione y no se pierda con el
transcurso de los años venideros. Que no todo quede en recuerdos del
pasado, en tradiciones y hechos históricos. Introduciendo aspectos
novedosos estaremos aunando la tradición con el futuro.
Me despido deseando lo mejor a todos los laguneros, tinerfeños y canarios
en estas fiestas que hoy arrancan. Por eso y por todo ello, San Benito, hoy
te hemos pregonado.
Muchas gracias