por Melchor Padilla
A todos los que a lo largo de muchas generaciones de estudiantes tuvimos la oportunidad de disfrutar de este rincón único.
Los monumentos patrimoniales de nuestro entorno nos muestran, de vez en cuando, una imagen distinta a la que estamos acostumbrados a contemplar. Es entonces cuando surge la sorpresa de lo inesperado. En el centro histórico de La Laguna se levanta uno de los edificios singulares más ligados al pasado de la sociedad lagunera y, también, de la tinerfeña y canaria. Nos referimos al antiguo Instituto de Canarias, hoy IES Canarias Cabrera Pinto, en cuyas aulas estudiaron generaciones de estudiantes de las islas desde 1846.
Pero fijémonos en los fustes de las columnas de ambos pisos. Si exceptuamos los fragmentos sustituidos en la restauración del edificio en 1994, todas ellas se encuentran llenas de inscripciones hechas por los alumnos del centro a lo largo de casi 140 años. Algunas son simples arañazos superficiales, otras en cambio son mucho más elaboradas y profundas. Allí vemos, junto a las iniciales de los nombres, algunas fechas. La más antigua que hemos podido hallar es de 1894 y la más reciente de 1994. Cien años de grafitis, como mínimo, que recuerdan la presencia de los estudiantes que en su momento quisieron dejar una huella de su paso por el centro.
También encontramos incisiones que nos señalan el paso por el Instituto de Canarias de miembros de familias muy conocidas de la sociedad local. Así aparecen, entre otros, los apellidos Claveríe, Ascanio u Oramas.
Desde sus orígenes como convento agustino en el siglo XVI, el edificio estuvo ligado a la enseñanza, pues desde 1539 se impartían clases en él. En los siglos XVIII y XIX fue sede con carácter intermitente de la recién creada Universidad de La Laguna, a la que fue adjudicado en 1836 tras la desamortización y exclaustración de los religiosos. Este centro de educación superior tuvo allí su sede hasta 1845.
Desde entonces y hasta la ya citada restauración del edificio, miles de alumnos de todas las islas acudieron a estudiar a sus aulas y muchos de ellos dejaron su impronta en las columnas de su claustro. El profesor Francisco Fajardo Spínola ha reconstruido la vida de estos escolares en su excelente trabajo Historia del Instituto de Canarias, publicado en 1995.
Me gusta mucho el escrito de hoy y tu comentario de que lo que ayer fue vandalismo hoy es historia. Tentada estuve, cuando pasé por allí, de ser vandálica para convertirme en el futuro en histórica.
ResponderEliminarPrecioso post y preciosas fotos. Lo que es saber mirar...
Pues los descubrí sin querer un día que, como hago a menudo, paseaba por el claustro. Comencé a ver letras y números en todas las columnas; por casualidad llevaba la cámara de fotos y aproveché y salió este artículito.
EliminarGuardo muy buenos recuerdos de mis años de alumno en el Instituto (en mi época solo existía este en La Laguna)y especialmente de ese rincón.
Me alegro de que te haya gustado el post. Y, sí, hay que saber mirar...
Besos, Jane.
Melchor, bonito artículo. Hace un mes, estuvimos algunos alumnos de Historia del Arte del CEAD visitando La Laguna y como es natural, estuvimos en el Instituto. ¡Que de recuerdos me vinieron a la mente!. "Mis aulas" en la segunda planta, Miguel el conserje regañandonos cuando nos veía hacer los "grafitis" en las columnas, el aula-museo de naturales-¡me daba un miedo los bichos disecados que allí había...!-, pero lo que no se me irá de la mente es el día 2 de Junio de 1964. Estábamos ensayando la tabla de gimnasia que íbamos a presentar en final de curso, cuando me da por mirar hacia el cielo y me veo la palmera ardiendo...Fui testigo de primera fila de aquel incendio y no sabes la pena que me dio comprobar que despues de 49 años y con el dinero que se recaudó para reconstruirla, todavía sigue tal cual la dejó el fuego.
ResponderEliminarJuany.
Juany, me alegro de que te a¡haya gustado el artículo. Como digo al principio está dedicado a ti y a todos los que compartimos la sensación increíble de sentarnos en el poyo entre dos columnas, unas veces hablando con los amigos y amigas, otras veces repasando apuntes en el último momento para un examen o simplemente perdiendo -ganando- el tiempo.
EliminarMe gusta tu recuerdo a Miguel el bedel, ¡mira que le hacíamos perrerías al buen hombre!
Un beso y gracias de nuevo por tu amable comentario.