miércoles, 21 de junio de 2017

La ensangrentada camisa de Matías Zurita y la bandera de Telde.

por José Manuel Erbez



En el Boletín Oficial de Canarias nº 31, de 12 de marzo de 1999, apareció publicada la Orden, de 9 de febrero, por la que se aprobaba la bandera del municipio de Telde (Gran Canaria). La resolución, en su parte dispositiva, reza así:

“Paño rectangular de seda, tafetán, raso, lanilla o fibra sintética, según los casos, cuya longitud es vez y media mayor que su ancho; compuesto de dos franjas horizontales de igual tamaño. La primera o superior de color rojo, y la segunda o inferior de color azul. (...)

Se justifican tales colores por ser los utilizados tradicionalmente como bandera del municipio en recuerdo del primer estandarte blandido desde la Alameda de San Juan hasta la Plaza de los Llanos y que consistía en la ensangrentada camiseta azul que perteneció al lider teldense Matías Zurita, fusilado en la misma plaza; y símbolos de la nobleza, gallardía y valentía de los hijos de Telde”

Los acontecimientos a que hace referencia el texto de la Orden, y en los que se inspira la bandera de Telde, tuvieron lugar en 1823, en el marco de la reacción absolutista contra el régimen constitucional instaurado por el pronunciamiento de Riego.

El 7 de abril de 1823 el Duque de Angulema, al mando de los llamados Cien Mil Hijos de San Luis, cruza el Bidasoa para derrocar el régimen constitucional y devolver a Fernando VII sus poderes absolutos. Al tener conocimiento de la invasión, los sectores contrarios al liberalismo promovieron en los pueblos y ciudades alzamientos y motines para favorecer la acción de la Santa Alianza. En Canarias, como en el resto de España, los más poderosos, así como la mayoría del clero, se alineaban con el bando absolutista y estaban en relaciones con la junta apostólica que había preparado la contrarrevolución. Por otra parte, entre los campesinos también provocaba rechazo la naciente legislación agraria liberal, así como lo que percibían como ataques a la religión y al orden tradicional. Y en el caso de la isla de Gran Canaria, a ello hay que añadir las fuertes tensiones que desde tiempo atrás existían entre la capital y el resto de los pueblos y ciudades, que veían como una amenaza a sus derechos tradicionales y a su misma supervivencia la cada vez mayor influencia de Las Palmas; esto se agravaba con las medidas centralizadoras de los liberales, más proclives a favorecer a las ciudades y a la burguesía comercial e industrial que a los pueblos dependientes de la agricultura. De hecho, a lo largo de todo el siglo XIX se sucederán los motines y revueltas de los pueblos contra la capital, en defensa de sus fueros y derechos o privilegios.


Uniforme de los Granaderos de Tenerife
(Pereira Pacheco, Cádiz 1810)
La fecha de la sublevación en Gran Canaria se fijó para el 8 de septiembre, con el objetivo de asaltar la capital, destituir a las autoridades y proclamarse independientes de Tenerife. Para ello contaban con el apoyo de algunas fuerzas de la milicia provincial y de algunas familias nobles de Las Palmas. La escasa guarnición de la ciudad, así como la milicia cívica, se sintió alarmada por los rumores y conatos de levantamiento, hasta el punto de que el jefe político de Canarias, Rodrigo Fernández Castañón, se trasladó desde Tenerife con una columna de granaderos, desembarcando en Las Palmas el 30 de agosto de 1823. En aquellos momentos la victoria absolutista ya era casi total en la Península, y sólo Cádiz resistía

En los pueblos del sur de la isla, la rebelión estaba encabezada por José Urquía, Juan Gordillo y Matías Zurita. Éste, nacido en Telde el 13 de diciembre de 1751, ya se había destacado por dirigir en 1808 una marcha contra la capital. Al amanecer del 7 de septiembre, fuerzas provenientes del centro y norte de la isla se concentraron al pie de la montaña de Tafira. Ante la noticia, Castañón se puso al frente de la milicia ciudadana, la columna de granaderos y algunas piezas de artillería de montaña. La masa de los sublevados la componían campesinos sin dirigentes cualificados, preparación ni armamento, de modo que no es de extrañar que cuando Castañón ordenó disparar algunas balas al aire huyeran en desbandada por los campos.

Pero al día siguiente los absolutistas se reorganizaron y, reforzados por algunas milicias provinciales, se dirigieron hacia Telde con José Urquía y Matías Zurita a la cabeza, acampando en la llanura de Cendro que domina el cauce del barranco de Telde. Las fuerzas gubernamentales no tardaron en salirles al encuentro, formando en orden de batalla frente a los amotinados. Antes de comenzar la lucha, Castañón envió parlamentarios ofreciendo a los rebeldes un perdón generoso si se retiraban a sus casas, lo que tuvo como efecto que los soldados y oficiales de las milicias provinciales se pasaran con armas y bagajes a los liberales. Los campesinos, al verse sin el apoyo de los milicianos, y ante el sonido de los primeros disparos, volvieron a huir por cerros y barrancos sin oponer apenas resistencia. Aquella misma tarde la columna liberal entró en Telde y acampó en la plaza principal.

Plaza de San Juan de Telde a fines del XIX.
Dado que Matías Zurita se había destacado como cabecilla de la sublevación, los liberales salieron en su busca, lo capturaron y en juicio sumarísimo lo condenaron a muerte, a pesar de su avanzada edad (contaba 72 años). El 13 de septiembre fue fusilado en la Plaza o Alameda de San Juan de Telde por los granaderos de Tenerife, ya que los milicianos de Las Palmas no quisieron participar en tan injusta acción y regresaron a la capital la tarde anterior. Se cuenta que Zurita demostró gran entereza al llegar al lugar de la ejecución y exclamó: “¡Cuánta gente para ver morir a un hombre!”.

Hasta aquí lo que nos dice la historia escrita, fundamentalmente la Historia General de Canarias de Agustín Millares Torres. Pero el pueblo de Telde conserva la tradición oral de lo que sucedió a continuación, y según el cronista oficial de la ciudad, don Antonio González Padrón, se trata de una historia que con ligeras variantes se ha venido teniendo como cierta durante generaciones.

Así, se cuenta que tras producirse la descarga del pelotón de fusilamiento el hijo de Matías Zurita corrió junto a su padre, y éste, con su último aliento, le dijo algo así como “ésta es mi bandera” o “toma mi bandera”, probablemente refiriéndose a la causa por la que había luchado y muerto, y que ahora correspondía continuar a su hijo. Pero éste decidió tomar al pie de la letra esas palabras, y cogiendo la blusa o casaca azul del cadáver, empapada con la sangre del viejo absolutista, (según otras versiones, un paño azul con el que habría sido cubierto el cuerpo sin vida) la izó a modo de estandarte sobre una especie de pica usada para faenas agrícolas, y la llevó en alto desde la Alameda de San Juan hasta la Plaza de Los Llanos, la plaza del mercado, donde permaneció plantada durante varios días como homenaje al líder muerto y como protesta por el bárbaro acto.


Y el hecho cierto es que desde que se tiene noticia el pueblo de Telde ha venido usando un paño dividido horizontalmente de rojo y azul como enseña propia, hasta el punto de que cuando en 1967 se decidió adoptar escudo heráldico para el municipio, se eligieron como esmaltes principales los colores de la bandera, y así, por Decreto del Consejo de Ministros 2.602/74 de 30 de agosto, es escudo de Telde es:


Escudo cortado: primero, de azur, el sol, de oro, acompañado de  llave y báculo del mismo metal; segundo, de gules, el castillo de plata. Al timbre, el lema, de plata y con letras de sable, “Fortunatarum prima civitas et sedes” y corona real abierta

Tanto los elementos del escudo como el lema recogen el hecho de que en Telde se crease el primer obispado de Canarias (posteriormente trasladado a Las Palmas), así como el primer enclave de penetración de los conquistadores castellanos (la Torre de Gando).

Por ello, el Ayuntamiento de Telde decidió dar sanción oficial a una bandera de larga tradición, inspirada en el sacrificio de un hombre que dio su vida por una causa. Y aunque desde la perspectiva actual nos pueda parecer chocante el que se rinda homenaje a alguien que defendió el absolutismo contra la Constitución, hay que comprender que la verdadera causa por la que luchó Matías Zurita y las gentes que como él se rebelaron en esta y otras ocasiones no eran tanto Fernando VII o la unión del Trono y el Altar, sino sobre todo la defensa de los fueros, derechos y privilegios –y en definitiva, de las señas de identidad- de los pueblos de Gran Canaria, frente a lo que percibían como la amenaza centralizadora y uniformizadora de la gran ciudad que ya se iban perfilando. En ese sentido, la bandera de Telde cumple plenamente la finalidad de reflejar una importante parte de su historia y de su lucha por conservar sus señas de identidad.